por José Luis Losa
Hace ya mucho tiempo, infinitamente más del que se pudiera pensar en una primera impresión, que Robert Redford fue dejando languidecer su carrera tanto como actor, espacio en el cual alcanzó el top durante la década de los 70 y luego, ocasionalmente, con Memorias de África, como en su faceta autoral tras la camara, en la que arranco con fuerza en 1980 con Ordinary people para luego irse diluyendo hasta el punto de que solo hay bajo su firma otra obra incontestable, Quiz Show, filmada ya en 1994. El último film de Redford estrenado en salas, The conspirator, tenia formas de película televisiva de la HBO y, de hecho, su repercusión fue poco menos que nula. Es mas que probable que en todo ello tenga que ver su diletante tarea al frente de las diferentes instituciones que dependen de Sundance, esa republica indie cada día menos sugestiva y todos cuyos resortes parece (lean el libro de Peter Biskind al respecto) que Redford semeja obsesionado por controlar como una reina madre, sin hacer ni dejar que otros hagan.
El hecho es que este estreno mundial de su más reciente película en la Mostra, aunque sea fuera de concurso, parece suponer para Redford mucho más que una gira promocional. Un relevante test para analizar en que medida mantiene el pulso en la dirección y el tirón como protagonista absoluto, después de muchos años en los que parecía esconderse en proyectos de otros y no responsabilizarse luego de sus pésimas elecciones.
The company you keep tenia un excelente aspecto sobre el papel: ese argumento en el cual a más de cuarenta años de su desaparición vuelven a salir a la luz pública las actuaciones de Weather Underground, una organización de extrema izquierda que llevó las protestas contra la invasión de Vietnam mas allá de la legalidad y llegó a la lucha armada en acciones como el atraco a un banco y la muerte de un agente. Sus antiguos militantes, totalmente reinsertados en la vida pública, son sometidos a caza y captura por el FBI. Y Redford vuelve al papel del hombre en la trampa, en una escapada con reminiscencias en su filmografía como La jauría humana y, más claramente, Los tres días del cóndor, el thriller conspiranoico de Sidney Pollack que el tiempo ha elevado a modelo en su género. Habría que ver qué porcentaje de la motivación del actor y director a la hora de elegir este proyecto reside en una toma de relevo del desaparecido Pollack, con el cual llego a formar un tándem central en la carrera de ambos.
Estamos en 2012 y el FBI comienza a impacientarse cuando un periodista (Shia LaBeouf) de un diario de provincias rescata del olvido el caso de Weather Undergound y el de sus militantes con delitos de sangre que se han difuminado sin purgar sus actuaciones. Ante este material dramático de valor insólito en un país tan poco dado a indagar en las zonas de sombra de su democracia, The Company you keep podría haberse ofrecido como una impagable indagación en la memoria historia de un estado que funda su fulgor imperial sobre la amnesia.
En la medida en la que Redford, quien aunque no firma el guion es claro que controló, esta vez sí, el proyecto en todas sus fases, se hubiese atrevido a echar el pulso en serio al sistema y sus amplios tabúes, su thriller se podría haber ganado un lugar de singularidad y de coraje dentro del género del thriller político. Pero viendo el desarrollo de The Company you keep, muy pronto entendemos que el atrevido cóctel se va a aguar. Que Redford es un pactista. O que no tiene ganas de embarcarse, en un momento no precisamente de fuerza dentro de la industria, en un film que hiera muchas sensibilidades y le genere problemas. Que su perfil, en definitiva, no es el de Warren Beatty, quien con una edad parecida a la de Redford aposto el todo por el todo en un film maldito pero ya de culto, Bulworth (1999), con el que lanzaba un órdago al sistema y ponía en tela de juicio la esencia misma de la democracia norteamericana.
La apuesta de Redford, pese a las expectativas de su arranque, en el cual Susan Sarandon defiende la legitimidad de la lucha armada en determinadas situaciones, va de farol. De farol elegante, con un diseño de producción elegante, unas apariencias de thriller aseado y uno de los repartos del año, con Sarandon, Julie Christie, Nick Nolte, Shia LaBeouf, Richard Jenkins, Chris Cooper y Stanley Tucci en su cartel. Pero digamos que juega sobre seguro. Las amarras soltadas con ese sobrevuelo sobre una historia oculta, la de la subversión izquierdista en los 70, van plegando velas paso a paso, al introducir elementos de melodrama familiar que chirrían al insertarse en el thriller con la única función de remansarlo hacia un discurso “correcto”. Pensado de modo reflexivo, por otra parte, resultaría casi estrafalario el que Robert Redford se hubiese lanzado a estas alturas contra los elementos del establishment político. La veterana estrella tuvo una acogida de lujo en el Lido, coincidió casualmente con el presidente de la República, el excomunista Giorgio Napolitano, y la foto estaba en las primeras de toda la prensa italiana.
Ese eco de la star retro hizo sombra a las dos películas en concurso, sin que tampoco hiciesen mérito ninguna de ambas para obtener especial aparataje de focos. El filipino Brillante Mendoza es un habitual de los festivales internacionales. Disputó ese puesto, en su momento, con otros dos cineastas de su país, los menos manejables Raya Martin y Lav Díaz. Y una vez que lo ganó con su presencia dos años en Cannes, primero con Serbis y luego con Kinatay, que le valió el Premio a la mejor dirección en la Croisette, no hay año que no haya película suya en las pasarelas. Este 2012, incluso, por partida doble, porque en febrero llevó a Berlín Captive, en la que se movió de su formula de cine de contenidos sociales y actores filipinos para coquetear con la industria y dirigir a Isabelle Huppert, y ahora vuelve en Venecia al redil localista con Sinapipunam. Dejando a un lado las dudas que despierte ese posible oportunismo de Mendoza con el star-system europeo, saldado sin éxito, lo cierto es que Sinapipunam es perfectamente reconocible dentro del sello de su autor: un asunto costumbrista, con toques sociales (un matrimonio que, ante la esterilidad de ella, busca una segunda esposa), una cámara oscilante que se atreve hasta con planos bajo el agua que parecen un homenaje a Piraña 3D, una morosidad acorde con lo sucinto de su trama, y un resultado tan previsible como correcto.
La que desgraciadamente no es ni previsible ni correcta es la cinta belga La cinquième saison, dirigida por Peter Brosens y Jessica Woodsworth. Quiere ser un originalísimo cuento de terror apocalíptico sobre la rebelión de la naturaleza en el paisaje hosco de las Ardenas. Una sucesión de situaciones surreales, primero en tono cómico, donde los hombres hablan con sus aves de corral y las vacas se vuelven insumisas. De ese humor zoofílico, Brosens y Woodsworth van dando paso, con el paso de las estaciones a momentos cada vez más morbosos. El gallo con el que el dueño bromeaba termina decapitado. Es casi lo que recuerdo con más intensidad de este puro delirio que me provoca cabreo y hastío y con el cual sus directores quieren llegar a una progresión que anuncia el fin del mundo. O sea, como Bèla Tarr pero con capón en vez de caballo y, obviamente, sin la capacidad envolvente del genio húngaro.
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