luns, 24 de setembro de 2012

Donostia, 3: El muerto y ser feliz, fogonazo de gran cine libertario

Barry Levinson se estrena en el cine de terror con la muy notable “The Bay”

por José Luis Losa

Fue la de ayer una jornada de cine espléndido en esta 60ª edición de un Festival de San Sebastián que parece estar viviendo, además, una afluencia a las salas que amenaza con reventar las bóvedas del Kursaal y que convierte el vetusto Teatro Principal, sede de buena parte de los pases de prensa, en sauna finlandesa. Todo ello, seguramente, al socaire del impulso mediático que supone este año el despliegue de estrellas de Hollywood en un non stop que si el sábado contó con Ben Affleck y Alan Arkin, el domingo continuó con la toma del festival por parte del resurrecto Oliver Stone y sus cómplices en la vibrante Savages, John Travolta y Benicio del Toro.

Pero les hablaba al comienzo sobre el placer, ciertamente anómalo, que supone un día de festival en el cual en cada una de las citas te espera una propuesta estimulante. Los festivales, por norma, tienden hacia lo opuesto. Son muy normales esas jornadas en las que una película “malaje” te asesta un crochet a primera hora de la mañana y, sin tiempo a recuperarte, vas recibiendo sucesivas tundas que acaban con el cronista en la lona, a media tarde, por K.O. técnico.

Celebremos pues sucesos como el de este sábado en el cual asistimos al nacimiento de una película formidable, libérrima, de esa casta de cine indomeñable que pasea su naturaleza de arte cimarrón desde el primero de sus planos. Esta obra capital, que por si misma justifica ya la edición de un festival de cine, se llama El muerto y ser feliz, tercer largo de un autor, Javier Rebollo que ha ido desde sus comienzos demarcando su territorio, ajeno a modas o imposturas. Y que en El muerto y ser feliz ofrece, sin duda, la muestra más depurada de su talento para desnudar el cine de todo artificio y devolverlo como alquimia de imágenes en estado de bellísima naturaleza salvaje.



El muerto y ser feliz puede ser descrito como una road-movie o un western austral sobre los últimos días de un asesino a sueldo agonizante y que solo cabalga ya a base de chutes de morfina. Pero eso sería una simplificación que no haría justicia a los desafíos que Javier Rebollo plantea al espectador de modo directo, sin concesiones. Una voz en off femenina va relatando las imágenes y aliterando los diálogos y situaciones de la historia de este killer que no mata ya ni a una mosca, si alguna vez la mató. Esa voz en off, que podría descabalgar de la pantalla al espectador más canónico, no hace sino despejar la ruta del matador en su viaje por la Argentina profunda, un José Sacristán que juega también, y conscientemente, con la aliteración de encarnarse a si mismo, un español de Chinchón hablando un latinoché intencionadamente imposible. La importancia que Rebollo confiere a esa sacristanización de su asesino a sueldo es tal, que no deja lugar a dudas de que el personaje y la historia fueron pensadas y escritas para que sobre ellas entronizara Pepe Sacristán una de las más emotivas, sabias y ya indelebles reencarnaciones que haya protagonizado un actor mirándose hacia adentro, para extraer de sus entrañas, no ya el dolor que acompaña a su sentenciado cuerpo, sino una fluida y tersa emanación de cinismo, descreimiento, humor, vitalidad moribunda y, finalmente, ese trayecto de crescendo insuperable hacia el “bel morir”, uno de los más conmovedores y poéticos que este cronista haya tenido la ocasión de disfrutar en mucho tiempo. Sin duda, habrá que volver y profundizar mas adelante sobre la libertaria y al tiempo reflexiva aventura que Javier Rebollo propone en El muerto y ser feliz, en sus intersecciones de estilo o de espíritu, que pueden presentirse desde Huston a Kaurismaki, de Peckinpah a Bresson, de Melville a Tarantino. ¡Sí, el ritmo que conduce al crédito inicial con el título del film es secretamente tarantiniano!. Pero sería injusto no reconocer, de partida, que lo que se abre con esta película es un universo con nombre propio, el que Javier Rebollo desmocha con su mirada para devolvernos la creencia en la capacidad del cine para inaugurar, todavía hoy, espacios infinitos para las baladas o las elegías donde no hay otra retórica que la de la verdad.

Qué decirles si, además de esa capacidad de regeneración cinéfila que nos regala El muerto y ser feliz, el día nos deparó la fortuna de que un director norteamericano con todo el aspecto de haber tocado fondo, Barry Levinson, va y se presenta en San Sebastián con una película The Bay, que se inscribe en esa temible modalidad reciente del cine de falso documental. Y que, además, el producto llegue avalado por Oren Peli, el perpetrador de la estomagante estafa Paranormal activity. No sé si podrán creerme si afirmo que, con esos antecedentes que podrían entrar en lo penal, Levinson nos pasma al sacarse con The Bay una pequeña gran joya del cine de terror, y lo hace utilizando el peligroso lenguaje de las grabaciones amateurs, las cámaras web, el skype, los wiki-leaks para servir un vibrante ejercicio de estilo, una lectura visual y, sobre todo, narrativa, de las nuevas tecnologías aplicadas a una película de género que sólo tiene precedente en la sensacional Redacted de Brian de Palma. The Bay se sustenta sobre un guión-estereotipo, el de una población costera que sufre una infección colectiva, una plaga derivada de mutaciones por contaminación; es decir, lo que se ha contado decenas de veces y suena ya a revenido. Pero la tensión que Levinson es capaz de generar, el clima de insania que invade la sala proviene de la importancia del cómo se articula ese cliché. Y The bay está tan bien articulada que, de la manera más inesperada, se convierte en un festín con aspecto de devenir obra de culto para los que sufrieron en las playas de Amity.

Y completó la jornada perfecta Sleepless Nights, un perturbador documental sobre el terrorismo de estado, el que practicaron las milicias falangistas sobre la población palestina en el Líbano de la década de los ochenta del pasado siglo. La incapacidad de asumir la culpa por parte del verdugo, el número dos en la responsabilidad de las matanzas de Sabra y Chatila, y la imposibilidad de una víctima para hallar en su seno espacio para el perdón, dialogan de manera inquietante en esta primera película de la debutante libanesa Eliane Raheb.

2 comentarios:

  1. Na rolda de prensa Rebollo arrolla con palabras intelixentes, directas.....contaxia
    enerxía liberadora falando do proceso de creacción de El muerto y ser feliz que, a pesar de non estar "muy fino" cómo el mesmo recoñece, parece que fixo unha peli
    imprescindible.
    Bon traballo Losa!

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  2. A rolda de prensa de EL MUERTO Y SER FELIZ no Festival de Donostia pode verse aquí: http://www.youtube.com/watch?v=XFcCVRsBT40

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