sábado, 27 de marzo de 2021

Os damos gracias, insectos, por los alimentos que vamos a tomar

La contaminación lumínica acaba con los polinizadores y amenaza gravemente la cubierta vegetal del planeta (y nuestra alimentación).

* * *

Abella europea ou doméstica. Imaxe: Andreas Trepte.
Un paso esencial en la reproducción de muchas especies vegetales es la polinización, el proceso por el cual llega el polen, los minúsculos granos que contienen las células reproductoras masculinas, desde los estambres hasta el estigma de las flores que contiene el óvulo. En ese viaje las plantas con flores se valen de diferentes agentes, como el viento o el agua, pero, sobre todo –y este sobre todo significa «casi un 90 % de los casos»– de la colaboración de un gran número de especies animales. En esa lista hay vertebrados, en particular pájaros y murciélagos (también roedores o algunos primates), pero con gigantesca diferencia el principal grupo de polinizadores son los insectos. El delicado equilibrio biológico del planeta cuenta con el trabajo imprescindible e inestimable de las abejas, avispas, hormigas, moscas, mosquitos, mariposas, polillas o escarabajos. Les debemos a los insectos buena parte de la naturaleza que disfrutamos y de la que abusamos: nada sería igual sin ellos.

Les debemos, además, nuestra alimentación de cada día. Casi todo lo que comemos depende de forma directa o indirecta de la polinización, de forma muy evidente en el caso de la producción hortícola (frutas y vegetales), pero también en la ganadería, intensiva o extensiva, a través del consumo de pastos y cultivos forrajeros. Entre estos últimos, el más utilizado a nivel mundial es la alfalfa y depende casi en exclusiva de la visita de insectos para la producción de semillas.

A finales del siglo pasado comenzó la preocupación por la drástica reducción de insectos en muchos ecosistemas. En 2017 un equipo de la Universidad Radbound holandesa presentó un estudio (DOI: 10.1371/journal.pone.0185809) que ponía números a esa reducción. Analizaron la biomasa de insectos entre 1989 y 2016 en sesenta y tres espacios naturales protegidos de Alemania y los resultados obtenidos desvelaron un «dramático descenso» medio del 76 %, que extendía al conjunto de los insectos voladores las brutales caídas detectadas en investigaciones precedentes entre las abejas, las mariposas y las polillas.

Un artículo en Nature ese mismo año mostró el peligro para la polinización que supone la luz nocturna (DOI: 10.1038/nature23288). Un grupo de científicos y científicas de la Universidad de Berna puso en diversos campos lámparas LED de uso común en la iluminación urbana para investigar su influencia sobre la presencia de insectos. Con este experimento descubrieron que durante la noche en los campos en los que se preservaba la oscuridad natural las flores recibían la visita de más de trescientas especies de insectos diferentes, pero en aquellos iluminados artificialmente la cantidad de polinizadores nocturnos era un 62 % menor. Esta pérdida de visitas nocturnas no se compensa durante el día y conducía globalmente a un descenso medible –hasta un 13 %– en la producción de frutos de la planta estudiada como referencia. Una evidencia más, y desde luego no la única, del impacto de la contaminación lumínica sobre las poblaciones de insectos.

Martin Pawley. Artigo publicado na sección «La noche es necesaria» da Revista Astronomía, nº 251, maio de 2020. 

venres, 26 de marzo de 2021

Filmando San Borondón

[Texto en español, aquí]

A arte móvese por ciclos e estratifícase por lustros. O “outro cinema” de España nunca fixo gala de unidade e si de focos que coincidiron nun contexto determinado. O paso do tempo é imparable e as lumieiras peninsulares perderon forza e convertéronse en faíscas mais non todo foi devorado pola devastación da crise e do esquecemento. A mirada nidia e ilusionada aínda pervive mais hai que situala alén de espellos e de paralelos. Os alisios caprichosos levaron a última esperanza a Canarias. 

Quen o ía dicir! Parece que todo xogaba na súa contra. A insularidade é quen de esnaquizar os sonos máis teimudos. Por iso todo o que está a ocorrer en Canarias hai que valoralo o dobre. Non cabe outra. Moito esforzo hai que facer para destacar elementos bastardos na súa xenealoxía. Mais nos desertos ou entre volcáns cincentos tamén medran tabaibas que reverdecen cunhas míseras pingas de choiva.

Canarias destaca por ser o grande escenario de filmes comercias que acoden á chamada dos descontos fiscais. Mais este cinema industrial afúndese no abuso e na intranscendencia. Os gobernantes, medios e empresas apoian este modelo mais son sabedores da incapacidade de consolidar nada; o star system amolece ao sol, os blockbusters impersoais sucédense, os convenios vulnéranse, unha cota de pantalla estatal con inflación, a televisión desenténdese, falta sinerxía entre administracións e, sobre todo, bótase en falta unha lei que poña concerto e normalice todo. 

Mais un novo microclima emerxe nas Canarias. Un grupo de cineastas propoñen un novo modelo que aposta por un cinema onde se reflicte unha maior singularidade e diversidade cultural, afastado da interesada distorsión turística. Unha realidade agochada que se descobre empregando a liberdade da expresión cinematográfica. Esta converxencia hai que situala ao abeiro dos festivais, do xerme dexenerativo e provocador que hai case unha década enterrou o Festival de Las Palmas. Non obstante, no xardín onde sucedeu todo a planta autóctona tardou en agromar. Mais co coidado e o aloumiño do Foco Canario finalmente aconteceu: a planta medrou ambicionando acubillar hipotéticas afinidades con outras fisterras. 

Moitos son os elementos e dinámicas que coinciden co que sucederon noutros sitios de España. Porén, parece que este novo xeito de facer e pensar o cinema canario deu cunha maior complicidade co contexto, como se se quixera aprender dos erros dos outros. Os festivais locais (Las Palmas, Miradasdoc, Muestra de Lanzarote, Festivalito) purran por eles, os seus éxitos recóllense nos medios e teñen diálogo fluído coas institucións. Mais as ficcións son enganosas. Todos saben que dependen só da súa creatividade, saben que o único que poderán argumentar é o seu traballo, o seu facer. 

A primeira etapa do ciclo está andada. As curtametraxes dan conta dunha realidade, dun talento e dunhas miradas distintas. A atención que lle dedica Curtocircuito así o demostra. A lupa está posta. Todos ficamos expectantes ante o despegue canario. Mais somos esixentes e agardamos pola segunda fase da andaina: a realización de longametraxes. A traxectoria pode truncarse mais o único que deben facer é confiar na solidariedade entre eles e no atrevemento que se ve nas súas curtametraxes. Son as súas únicas garantías. 

O que acontece en Canarias non está tan ao pairo como noutros sitios. Aos recambios nos cineastas tamén se produciu nos produtores. Todo fica máis autoconsciente deixando menos espazo á improvisación. O azar xoga un papel máis relativo. Parece que este novo cinema canario recubriuse dunha pátina onde esvara todo o que intenta menoscabalo. Unha atención e unha seguridade que permitirán aos ollos dar conta do imposible. San Borondón. 

Xurxo González. Artigo escrito para o foco "Los Canarios" na edición 2016 de Curtocircuíto

* * * * *

Filmando San Borondón

La Piedra (Víctor Moreno, 2013)

El arte se mueve por ciclos y se estratifica por lustros. El “otro cine” de España nunca hizo gala de unidad y sí de focos que coincidieron en un contexto determinado. El paso del tiempo es imparable y los tragaluces peninsulares perdieron fuerza y se convirtieron en chispas, pero no todo fue devorado por la devastación de la crisis y del olvido. La mirada nítida e ilusionada aún pervive pero hay que situarla más allá de espejos y de paralelos. Los alisios caprichosos llevaron la última esperanza a Canarias.

¡Quién lo iba a decir! Parece que todo jugaba en su contra. La insularidad es capaz de  destrozar los sueños más pertinaces. Por eso todo lo que está ocurriendo en Canarias debe valorarse el doble. No cabe otra. Hay que hacer un gran esfuerzo para destacar elementos bastardos en su genealogía. Pero en los desiertos o entre volcanes cubiertos de cenizas también crecen tabaibas que reverdecen con unas míseras gotas de agua.

Canarias destaca por ser el gran escenario de películas comerciales que acuden a la llamada de los descuentos fiscales. Pero este cine industrial se hunde en el abuso y en la intrascendencia. Los gobernantes, medios y empresas apoyan este modelo pero son conscientes de la incapacidad de consolidar nada; el star system se reblandece al sol, los blockbusters impersonales se suceden, los convenios se vulneran, una cuota de pantalla estatal con inflación, la televisión se desentiende, falta sinergia entre administraciones y, sobre todo, se echa de menos una ley que ponga concierto y normalice todo.

Pero un nuevo microclima emerge en las Canarias. Un grupo de cineastas proponen un nuevo modelo que apuesta por un cine donde se refleje una mayor singularidad y diversidad cultural, alejado de la interesada distorsión turística. Una realidad escondida que se descubre empleando la libertad de la expresión cinematográfica. Esta convergencia ha de situarse al amparo de los festivales, del germen degenerativo y provocador que hace casi una década enterró el Festival de Las Palmas. No obstante, en el jardín donde sucedió todo, la planta autóctona tardó en brotar. Pero con el cuidado y el mimo del Foco Canario finalmente sucedió: la planta creció ambicionando abrigar hipotéticas afinidades con otros finisterres.

Muchos son los elementos y dinámicas que coinciden con lo que sucedió en otros sitios de España. Sin embargo, parece que este nueva manera de hacer y pensar el cine canario encontró una mayor complicidad con el contexto, como si se quisiera aprender de los errores de los otros. Los festivales locales (Las Palmas, Miradasdoc, Muestra de Lanzarote, Festivalito) luchan por ellos, sus éxitos se recogen en los medios y tienen diálogo fluido con las instituciones. Pero las ficciones son engañosas. Todos saben que dependen solo de su creatividad, saben que lo único que podrán argumentar es su trabajo, su labor.

La primera etapa del ciclo está andada. Los cortometrajes son el reflejo de una realidad, de un talento y de unas miradas distintas. La atención que le dedica Curtocircuíto así lo demuestra. La lupa está puesta. Todos estamos expectantes ante el despegue canario. Pero somos exigentes y esperamos la segunda fase de la andadura: la realización de largometrajes. La trayectoria se puede truncar pero lo único que deben hacer es confiar en la solidaridad entre ellos y en el atrevimiento que se ve en sus cortometrajes. Son sus únicas garantías.

Lo que ocurre en Canarias no está tan a la deriva como en otros sitios. El recambio en los cineastas también se produjo en los productores. Todo permanece más autoconsciente dejando menos espacio a la improvisación. El azar juega un papel más relativo. Parece que este nuevo cine canario se recubrió de una pátina donde resbala todo lo que intenta menoscabarlo. Una atención y una seguridad que permitirán a los ojos presenciar lo imposible. San Borondón. 

Xurxo González. Artículo escrito para el foco "Los Canarios" en la edición 2016 de Curtocircuíto

sábado, 20 de marzo de 2021

En la ciudad nunca se ven las estrellas

Eça de Queirós encontró en el cielo estrellado una ventana para experimentar la unidad del universo.

* * *

Aunque Rosalía de Castro, de quien hablamos el mes pasado, no viajó nunca a Portugal, su obra fue conocida en el país vecino ya en vida de la autora. Cantares gallegos formaba parte de la biblioteca de Antero de Quental, pero su mayor admirador pudo ser Eça de Queirós, una de las figuras esenciales de las letras portuguesas. Su propia hija le explicó al experto en la obra rosaliana Alberto Machado da Rosa que la escritora gallega había sido «una de las más profundas devociones literarias» de Eça, cuyos versos era capaz de recitar de memoria. Dos versos del poema Airiños, airiños aires se citan en una de sus novelas, A Capital: «Doces galleguiños aires, / quitadoiriños de penas».

Nacido en Povoa de Varzim en 1845, José Maria de Eça de Queiroz fue diplomático además de escritor y como tal vivió en La Habana, Newcastle, Bristol y París, ejerciendo como cónsul. O crime do Padre Amaro, O Mandarim, Os Maias o A ilustre casa de Ramires son algunas de sus novelas más destacadas, pero hoy quiero destacar otra, A cidade e as serras, que se publicó en 1901, un año después de su muerte. A cidade e as serras desarrolla una trama y un personaje antes presente en un cuento excepcional, Civilização. El protagonista, Jacinto, vive en la ciudad rodeado de lujos y de las más notables manifestaciones del progreso y la cultura, pero eso no le impide ser profundamente infeliz. Jacinto decide abandonar la ciudad para ir al campo, a las «serras» del título, un mundo más primitivo, apegado a los ritmos naturales. Entre el entusiasmo tecnológico y la fascinación bucólica hacia la naturaleza, Jacinto alcanza un punto de equilibrio. Y en ese equilibrio está presente la belleza y el misterio del firmamento nocturno:

«En la Ciudad (como notó Jacinto) nunca se ven, ni se recuerdan, los astros, por causa de los faroles de gas o de los globos de electricidad que los ofuscan. Por eso (como yo apunté) nunca se entra en esa comunión con el Universo que es la única gloria y el único consuelo de la Vida. Pero en la sierra, (…) un Jacinto, un Zé Fernandes, libres, bien cenados, fumando en el saliente de una ventana, miran las estrellas y las estrellas miran hacia ellos. (…) En este instante, otros Jacintos, otros Zés Fernandes, sentados en las ventanas de otras Tormes, contemplan el cielo nocturno y en él un pequeñito punto de luz, que es nuestra Tierra que tanto sublimamos. (…) Por tanto, todos nosotros, Habitantes de los Mundos, en las ventanas de nuestros caserones, más allá de los Saturnos, o aquí en nuestra pequeña Tierra, constantemente completamos un acto sacrosanto que nos penetra y nos une, que es sentir en el Pensamiento el núcleo común de nuestras modalidades, y así concebir por un momento, dentro de la Consciencia, la Unidad del Universo.» 

Martin Pawley. Artigo publicado na sección «La noche es necesaria» da Revista Astronomía, nº 250, abril de 2020. 

* * *

Fragmento orixinal completo d'A cidade e as serras en portugués:

«Na Cidade (como notou Jacinto) nunca se olham, nem lembram os astros–por causa dos candeeiros de gás ou dos globos de electricidade que os ofuscam. Por isso (como eu notei) nunca se entra nessa comunhão com o Universo que é a única glória e única consolação da Vida. Mas na serra, sem prédios disformes de seis andares, sem a fumaraça que tapa Deus, sem os cuidados que como pedaços de chumbo puxam a alma para o pó rasteiro–um Jacinto, um Zé Fernandes, livres, bem jantados, fumando nos poiais de uma janela, olham para os astros e os astros olham para eles. Uns, certamente, com olhos de sublime imobilidade ou de sublime indiferença. Mas outros curiosamente, ansiosamente, com uma luz que acena, uma luz que chama, como se tentassem, de tão longe, revelar os seus segredos, ou de tão longe compreender os nossos…
–Oh Jacinto, que estrela é esta, aqui, tão viva, sobre o beiral do telhado?
–Não sei… E aquela, Zé Fernandes, além, por cima do pinheiral?
–Não sei.
Não sabíamos. Eu, por causa da espessa crosta de ignorância com que saí do ventre de Coimbra, minha Mãe espiritual. Ele, porque na sua Biblioteca possuía trezentos e oito tratados sobre Astronomia, e o Saber, assim acumulado, forma um monte que nunca se transpõe nem se desbasta. Mas que nos importava que aquele astro além se chamasse Sírio e aquele outro Aldebarã? Que lhes importava a eles que um de nós fosse Jacinto, outro Zé? Eles tão imensos, nós tão pequeninos, somos a obra da mesma Vontade. E todos, Uranos ou Lorenas de Noronha e Sande, constituímos modos diversos de um Ser único, e as nossas diversidades esparsas somam na mesma compacta Unidade. Moléculas do mesmo Todo, governadas pela mesma Lei, rolando para o mesmo Fim… Do astro ao homem, do homem à flor do trevo, da flor do trevo ao mar sonoro–tudo é o mesmo Corpo, onde circula, como um sangue, o mesmo Deus. E nenhum frémito de vida, por menor, passa numa fibra desse sublime Corpo, que se não repercuta em todas, até às mais humildes, até às que parecem inertes e invitais. Quando um Sol que não avisto, nunca avistarei, morre de inanição nas profundidades, esse esguio galho de limoeiro, em baixo na horta, sente um secreto arrepio de morte:–e, quando eu bato uma patada no soalho de Tormes, além o monstruoso Saturno estremece, e esse estremecimento percorre o inteiro Universo! Jacinto abateu rijamente a mão no rebordo da janela. Eu gritei:
–Acredita!… O sol tremeu.
E depois (como eu notei) devíamos considerar que, sobre cada um desses grãos de pó luminoso, existia uma criação, que incessantemente nasce, perece, renasce. Neste instante, outros Jacintos, outros Zés Fernandes, sentados às janelas doutras Tormes, contemplam o céu nocturno, e nele um pequenininho ponto de luz, que é a nossa possante Terra por nós tanto sublimada. Não terão todos esta nossa forma, bem frágil, bem desconfortável, e (a não ser no Apolo do Vaticano, na Vénus de Milo e talvez na Princesa, de Carman) singularmente feia e burlesca. Mas, horrendos ou de inefável beleza; colossais e de uma carne mais dura que o granito, ou leves como gazes e ondulando na luz, todos eles são seres pensantes e têm consciência da Vida–porque decerto cada Mundo possui o seu Descartes, ou já o nosso Descartes os percorreu a todos com o seu Método, a sua escura capa, a sua agudeza elegante, formulando a única certeza talvez certa, o grande Penso logo existo. Portanto todos nós, Habitantes dos Mundos, às janelas dos nossos casarões, além nos Saturnos, ou aqui na nossa Terrícula, constantemente perfazemos um acto sacrossanto que nos penetra e nos funde–que é sentirmos no Pensamento o núcleo comum das nossas modalidades, e portanto realizarmos um momento, dentro da Consciência, a Unidade do Universo!
–Hein, Jacinto?…”

sábado, 13 de marzo de 2021

El cielo de Rosalía de Castro

La noche y los objetos celestes están muy presentes en la obra poética de la autora gallega, que ahora da nombre a una estrella.

* * *

Unha das imaxes da campaña. Autora: Marta Cortacans
En el calendario cultural y escolar de Galicia el 24 de febrero es una fecha señalada: es el «Día de Rosalía», en homenaje a la excepcional escritora nacida tal día de 1837. Este año hemos vivido la efeméride de una forma especial, pues ahora a Rosalía también podemos celebrarla observando el cielo. El pasado 17 de diciembre la Unión Astronómica Internacional anunció el resultado de las campañas «NameExoWorlds», que asignaron a 112 países una estrella con un exoplaneta para que fuesen bautizadas en votaciones abiertas a la ciudadanía. La estrella correspondiente a España es una enana amarilla parecida al Sol, visible con prismáticos y situada en la constelación de Ofiuco, el Serpentario. Su nombre, hasta ese momento, era HD 149143, que la identificaba como una de las 225 300 recogidas en el catálogo Henry Draper en el que trabajaron durante décadas las míticas «calculadoras de Harvard». El catálogo acabó publicándose en varios volúmenes entre 1918 y 1924, con supervisión de la incansable Annie Jump Cannon.

A propuesta de la Agrupación Astronómica Coruñesa Ío fue escogido el nombre «Rosalía de Castro» para la estrella y el de «Río Sar», un río esencial en su vida y su obra, para su planeta, un Júpiter caliente que la orbita a unos ocho millones de kilómetros. La elección de Rosalía valoraba no solo su mayúscula importancia para las letras gallegas y españolas, sino también la absoluta vigencia de su creación poética y narrativa en la que reconocemos un claro discurso feminista y una defensa de la naturaleza y la protección del paisaje que resultan plenamente contemporáneas. Rosalía de Castro nunca dejó de ser moderna.

Lo que no resulta tan conocido es la abundante presencia de referencias al cielo y a la noche en sus textos. Hasta podríamos dividir la literatura rosaliana en dos tiempos astronómicos. Hay una Rosalía que canta el amanecer, la alegría de un nuevo día, en el libro fundacional Cantares gallegos («o craro sol vai subindo / por riba do firmamento / limpo, garrulo e contento»); y, hay, después, otra Rosalía que explora la oscuridad natural de la noche convertida en refugio para la reflexión íntima, la Rosalía de Follas novas y En las orillas del Sar. Una poeta que dialoga con la noche y los objetos celestes que reinan en el firmamento, que ve en la Luna una «lámpara hermosa, eternamente hermosa», que nos recuerda que hay «luz e progreso en todas partes» pero persisten «as dudas nos corazós» y nos advierte de que «moita luz deslumbra os ollos». Una poeta que imagina la Tierra en el espacio y escribe estos versos fabulosos que se adelantan en un siglo al célebre «punto azul pálido» de Carl Sagan.

Los astros son innúmeros,
al cielo no se le encuentra fin,
y este pequeño mundo que habitamos,
y que parece un punto en el espacio,
inmenso es para mí.

Martin Pawley. Artigo publicado na sección «La noche es necesaria» da Revista Astronomía, nº 249, marzo de 2020. Grazas ás investigacións de Sagrario Abelleira, soubemos a finais de 2021 que a verdadeira data de nacemento de Rosalía foi o 23 de febreiro. Dende 2022 celebramos o "Día de Rosalía" cada 23-F. 

Defensa da Filmoteca de Galicia

[Texto en español, aquí]

Fonte: sitio web da Filmoteca de Galicia
A biblioteca do Centro Galego de Artes da Imaxe dispón dun valioso fondo composto por máis de 7000 monografías e 4000 publicacións periódicas relacionadas co cinema, a fotografía e a comunicación audiovisual. Posúe, ademais, unha mediateca con case 9000 filmes en DVD e BluRay. Como biblioteca especializada nas artes e as ciencias da imaxe non ten equivalente no país, mais desde 2013 permanece en estado de hibernación. Nesa altura deixou de haber unha persoa responsábel da sala e desde entón non ten quen a atenda. Deixou de ser unha biblioteca para converterse nun puro almacén de libros inaccesíbeis para a cidadanía. Un almacén conxelado no tempo, ademais, pois tamén se interrompeu a compra de novos materiais, indispensábel para actualizar a colección e manter a continuidade das series hemerográficas.

A biblioteca pode ser o exemplo máis vívido, mais infelizmente non o único, dun desleixamento que non ten outros culpábeis que a AGADIC e a Consellería de Cultura, Educación e Universidade, das que depende o centro. O CGAI dispón hoxe da metade do persoal que chegou a ter nun pasado non tan remoto. No mesmo período, o seu orzamento dividiuse por tres. Carece de dirección desde a xubilación en 2019 do seu último ocupante -e ocupante non é unha mala denominación, neste caso-. A dinámica de cursos, publicacións e mesmo exposicións, inherente a un ente de cultura coma este, freou en seco hai varios anos. Fica sine die a desexábel renovación e mellora do centro, non só a sala, que tamén, por ser a súa cara máis pública, como, sobre todo, os espazos de almacenaxe e arquivo, sempre insuficientes.

E o arquivo, xusto é recordalo, é unha parte esencial do CGAI, o que xustifica a súa existencia. O patrimonio audiovisual galego é un patrimonio de noso, non menos importante ca o patrimonio arquitectónico. Defender o CGAI é defender a nosa memoria, unha memoria artística e documental de valor incalculábel. Máis de 3000 títulos en soporte fílmico, máis de 8000 vídeos, case dez mil carteis, un fondo fotográfico extraordinario, documentación única para entendermos a historia recente do sector audiovisual e da cinefilia galega e, por se iso non fose abondo, o legado do escritor Julio Cortázar, doado pola súa viúva Aurora Bernárdez, o fondo galego do NO-DO ou o arquivo fotográfico do actor Fernando Iglesias Sánchez “Tacholas”, figura de referencia da emigración e o exilio na Arxentina. A preservación deste patrimonio exixe recursos, humanos e materiais, que hoxe son manifestamente insuficientes. De aí a ausencia de restauracións, de aí a imposibilidade de difundir e poñer en valor ese patrimonio.

Nos últimos anos o Centro Galego de Artes da Imaxe engadiu ao seu nome o sintagma “Filmoteca de Galicia”. É unha decisión tan acertada como cínica. Acertada porque equipara o CGAI coas grandes filmotecas nacionais, coas que pode e debe relacionarse de igual e igual, e así acontece a efectos formais e académicos, estando como está asociado á FIAF, Federación Internacional de Arquivos Fílmicos. Mais tamén cínica, porque lle outorga de palabra unha dimensión que a acción política lle nega. A Filmoteca de Galicia, con F maiúsculo, serao de verdade cando reciba o apoio da Xunta para responder como tal e ter un proxecto claro, cando dispoña dos medios necesarios para funcionar como merece deixando atrás a humillante precariedade. Os medios necesarios para preservar un arquivo vivo, para ter unha biblioteca coa luz acendida, para promover publicacións e iniciativas formativas, para manter a súa excepcional programación, reducida agora a un mínimo de sesións vergonzoso, para proseguir co encomiábel traballo educativo na formación do público máis novo. Os medios necesarios, en suma, para ser unha filmoteca normal, cun rumbo definido, cuxa subsistencia non dependa do empeño infatigábel, por veces case heroico, dun elenco de traballadores e traballadoras sen os cales a porta xa estaría pechada hai moito tempo.

A Filmoteca de Galicia fai pasadomañá 15 de marzo trinta anos no peor estado da súa historia e iso é algo que ningunha ocorrencia de última hora, ningunha lona pendurada do edificio, poderá agachar. Os gobernos, sexa cal for o seu signo, tenden a interpretar a crítica lexítima á súa xestión como unha crítica ideolóxica, feita por inimigos políticos. A situación neste caso é tan calamitosa que esta “defensa” é moito máis ca unha crítica: é unha súplica. Non acabedes coa Filmoteca de Galicia. Non poñades aínda máis en perigo o seu futuro.

Martin Pawley e Xurxo González, cinco anos despois.

* * * * *


La biblioteca del Centro Galego de Artes da Imaxe dispone de un valioso fondo formado por más de 7000 libros y 4000 publicaciones periódicas relacionadas con el cine, la fotografía y la comunicación audiovisual. Posee, además, una mediateca con casi 9000 películas en DVD y BluRay. Como biblioteca especializada en las artes y las ciencias de la imagen no tiene equivalente en Galicia, pero desde 2013 permanece en estado de hibernación. En esa época dejó de haber una persona responsable de la sala y desde entonces no tiene quien la atienda. Dejó de ser una biblioteca para convertirse en un puro almacén de libros inaccesibles para la ciudadanía. Un almacén congelado en el tiempo, además, pues también se interrumpió la compra de nuevos materiales, indispensable para actualizar la colección y mantener la continuidad de las series hemerográficas.

La biblioteca puede ser el ejemplo más vívido, pero infelizmente no el único, de un abandono que no tiene otros culpables que la AGADIC y la Consellería de Cultura, Educación e Universidade, de las que depende el centro. El CGAI dispone hoy de la mitad del personal que llegó a tener en un pasado no tan remoto. En el mismo período, su presupuesto se dividió por tres. Carece de dirección desde la jubilación en 2019 de su último ocupante -y ocupante no es una mala denominación, en este caso-. La dinámica de cursos, publicaciones e incluso exposiciones, inherente a un ente de cultura como este, se frenó en seco hace varios años. Queda sine die la deseable renovación y mejora del centro, no sólo la sala, que también, por ser su cara más pública, como, sobre todo, los espacios de almacenamiento y archivo, siempre insuficientes.

Y el archivo, justo es recordarlo, es una parte esencial del CGAI, lo que justifica su existencia. El patrimonio audiovisual gallego es un patrimonio colectivo nuestro, no menos importante que el patrimonio arquitectónico. Defender el CGAI es defender nuestra memoria, una memoria artística y documental de valor incalculable. Más de 3000 títulos en soporte fílmico, más de 8000 vídeos, casi diez mil carteles, un fondo fotográfico extraordinario, documentación única para entender la historia reciente del sector audiovisual y de la cinefilia gallega y, por si eso no fuera bastante, el legado del escritor Julio Cortázar, donado por su viuda Aurora Bernárdez, el fondo gallego del NO-DO o el archivo fotográfico del actor Fernando Iglesias Sánchez “Tacholas”, figura de referencia de la emigración y el exilio en la Argentina. La preservación de este patrimonio exige recursos, humanos y materiales, que hoy son manifiestamente insuficientes. De ahí la ausencia de restauraciones, de ahí la imposibilidad de difundir y poner en valor ese patrimonio.

En los últimos años el Centro Galego de Artes da Imaxe añadió a su nombre el sintagma “Filmoteca de Galicia”. Es una decisión tan acertada como cínica. Acertada porque equipara el CGAI con las grandes filmotecas nacionales, con las que puede y debe relacionarse de igual e igual, y así sucede a efectos formales y académicos, estando como está asociado a la FIAF, Federación Internacional de Archivos Fílmicos. Pero también cínica, porque le otorga de palabra una dimensión que la acción política le niega. La Filmoteca de Galicia, con F mayúscula, lo será de verdad cuando reciba el apoyo de la Xunta para responder como tal y tener un proyecto claro, cuando disponga de los medios necesarios para funcionar como merece dejando atrás la humillante precariedad. Los medios necesarios para preservar un archivo vivo, para tener una biblioteca con la luz encendida, para promover publicaciones e iniciativas formativas, para mantener su excepcional programación, reducida ahora a un mínimo de sesiones vergonzoso, para proseguir con el encomiable trabajo educativo en la formación del público más joven. Los medios necesarios, en suma, para ser una filmoteca normal, con un rumbo definido, cuya subsistencia no dependa del empeño infatigable, en ocasiones casi heroico, de un elenco de trabajadores y trabajadoras sin los cuales la puerta ya estaría cerrada hace mucho tiempo.

La Filmoteca de Galicia cumple pasado mañana 15 de marzo treinta años en el peor estado de su historia y eso es algo que ninguna ocurrencia de última hora, ninguna lona colgada del edificio, podrá esconder. Los gobiernos, sea cual sea su signo, tienden a interpretar la crítica legítima a su gestión como una crítica ideológica, hecha por enemigos políticos. La situación en este caso es tan calamitosa que esta “defensa” es mucho más que una crítica: es una súplica. No acabéis con la Filmoteca de Galicia. No pongáis aún más en peligro su futuro.

Martin Pawley y Xurxo González, cinco años después.

venres, 12 de marzo de 2021

A volta de Bond, James Bond

por Miguel Castelo

A TV, animal voraz, incesante deglutidor de imaxes e sons de diversa caste e procedencia, vén de recuperar a figura de Bond, James Bond, superaxente secreto 007. Se cadra foi coa primeira das adaptacións (non entra nesta conta unha de de 1954 sobre Casino Royale de 48´para televisións) das novelas de Ian Fleming, Dr. No (1962), cando o prefixo “super” comezou timidamente a desprazar ao “hiper”, hoxe só, coitado, na boca e na pluma dos resistentes. E foi con James Bond, icona dunha longa ringleira xeracional de amadores do cine de aventuras, cando por primeira vez a industria cinematográfica concede o estatuto de adultez a este xénero que até ese momento vivía non sen éxito e moita vertixe tan só mergullado nas constantes da intriga, as confrontacións violentas e o triunfo dos bos sobre os malos. E así, o “chico” da película ao tempo que seguía tomando celéricas decisións, dando puñadas a destra e sinistra, guiando coches como Fangio (Alonso, Sainz ou Schumacher, para as xeracións máis novas), acertando coa pistola entre cella e cella do inimigo... para desfacer agravios varios e poñer as cousas no seu sitio, comezou a facer uso da ironía, a vestir con elegancia requintada e a deixar nas súas andainas un ronsel de masculinidade irresistible, concitadora do desexo unánime de canta señora, loira ou morena, encontraba ao seu acelerado paso camiño dalgunha misión imposible. Con todas elas, antes ou despois, cumpría satisfatoriamente nun circunstancial matrimonio de quita e pon. Con todas, agás con Moneypenny, a rendida secretaria, a cambio de se profesar unha fidelidade de asimétrica correspondencia. Unha compensación que, nunha sorte de inversión de termos, recorda vagamente as promesas de Penélope aos seus pretendentes ante a alongada ausencia de Ulises. Bond non lle pecha nunca a porta e renova en cada inevitable e fuxidío encontro a súa lealdade amorosa á entregada secretaria, quen nas súas breves aparicións se reafirma na idea de seguir desexando o que non tivo e afianzada no que non ten. Non deixa de haber certa ironía en cada unha destas escenas, como a hai en momentos diversos das sucesivas entregas. Así o percibimos canda as súas estreas o público daquel tempo. Como de seguro o fará o que agora descobre a figura do primixénio 007. Un prototipo masculino e un xénero cinematográfico merecentes dalgunha que outra nova consideración.

Un gentleman capaz de calquera cousa

Co personaxe de James Bond chegaba ao cine de aventuras un certo aire de madurez ou, por dicilo doutro modo, o xénero comezaba a ser tamén para “mayores con reparos” (”3 R”, segundo as Instrucciones y Normas para la Censura Moral de Espectáculos). Os guionistas, absolutos demiurgos das historias, fieis ao díto bíblico “Non é bo que o home estea só”, non contentes con lle poñer unha muller na súa vida, póñenlle varias de cada vez. Dunha tacada botábase abaixo a tradición monogámica da alongada tensión sexual e o bico final do “... e foron felices” para a substituír pola celebración de partidas de golf na moqueta dos cuartos de hotel e, aquí e acolá, promover a liberación profusa e indiscriminada de endorfinas. Un paso de xigante no tocante á moral cinematográfica no que, na procura dun plus de morbo, non se desbotaba o elemento inimigo, sempre de moi bo ver. Un rustrido narrativo que captaba para o xénero a un público arelante de que o chico da película saíse vitorioso tamén máis alá do corpo a corpo cos sucesivos mazacotes musculados que se lle ían poñendo por diante. Así e todo, a transgresión deixaba un recuncho de tenrura no corazón de pedernal do arriscado axente ao servizo da súa maxestade británica, na primeira andaina unha miga ocupado por Honey Rider -memorable aparición de Ursula Andress-Afrodita de entre as augas- e na segunda por Tatiana Románova-Daniela Bianchi etc. Moitas outras intérpretes conseguiron o privilexio da cobizada divisa de “chica Bond” -Eunice Gayson, Zena Marshall, Aliza Gur, Martine Beswick, Honor Blackman, Sidney Eaton, Claudine Auger, Luciana Paluzzi, Molly Peters, Karin Dor, Akiko Wakabayashi, Mie Hama, Lana Wood, Jill St. John, Trina Parks-, pero non todas permanecen na memoria do público daqueles anos.

Como bo cidadán do UK, Bond é sobre o papel un gentleman, un cabaleiro ben parecido, pulcramente barbeado, peiteado e traxeado, de boas maneiras, asisada linguaxe e irónico sentido do humor. Con estes dotes, non era un desatino pensar en Cary Grant para lle dar carne mortal (un falar porque os heroes nunca morren, malia que o parecese xa de entrada -primeira chiscadela de ironía- na súa andaina inicial). Pero se cadra os produtores non viron no actor británico a necesaria outra cara da moeda, a potencial rudeza capaz de emerxer no instante menos esperado, e consideraron que cincuenta e oito anos eran moitos para tan dinámico personaxe. Dunha ou outra maneira, a escolla do escocés Sean Connery, vinte e seis anos máis novo e cinematográficamente menos “gastado”, foi un acerto e desde o primeiro momento asumida con estusiasmo polo público, que desde ese instante ficaba á espera de se volver encontrar na escuridade das salas coas aventuras do personaxe.

E xa nada foi igual

Dentro dos esquemas do cinema industrial -había tamén outro cine USA aquí descoñecido- as aventuras de James Bond estaban moi coidadas. Creativos créditos acompañados de composicións musicais e voces de notable nivel, equilibrados repartos actorais, sucesivas e agardadas aparicións das novas compañeiras de viaxe do heroe, ben tracexadas tramas, situacións inesperadas, celebradas sorpresas, escenarios de exotismo diverso, logrados efectos especiais, acción incesante por detrás e por diante etc. estaban asegurados/as en cada nova entrega. Estourada a primeira bomba (1 millón de dólares de custo, 6 de recadación), os produtores (Harry Saltzman, Albert R. Broccoli e o propio Terence Young) non se podían durmir nas pallas e consagráronse á práctica do pinchecarneiro aínda máis dificil. E, en correspondencia, os ingresos foron medrando exponencialmente.

Mais nada é inocente. E menos no cine. Tanto éxito e a vertixinosa acción destas historias non impiden ver que na súa cerna se agachan discursos ideolóxicos de, polo dicir con suavidade, dubidosa fasquía moral. Foron uns cantos os espectadores aos que non se lles ocultou que, ademais dunha evidente apoloxía da violencia, nos fotogramas destes filmes aniñan non poucas doses de misoxinia, homofobia e machismo. Peor foi para os espectadores que non o souberon ver. E todo, por se fose pouco, co pano de fondo da actualidade do momento: a Guerra Fría. Certo que non foron poucas as producións cinematográficas que desenvolveron as súas historias dentro do marco da loita pola conformación dos bloques de poder, pero as do noso amigo Bond fixérono con aplicado interese. Dise que o derradeiro filme que viu John Fitzgerald Kennedy foi Dr. No e que lle gustou moito. A outros como Francisco Franco e ao propio Harold Wilson deulles tempo a ver máis. E todos debían estar moi conformes co substancioso e nutritivo substrato das súas imaxes, visuais e sonoras. Incluido o noso “generalísimo” que, malia non se meter en política, era moi cinéfilo.

E foi até 1971 que, para gozo do público, 007 conservou a súa identidade física. Atrás ficaban Agente 007 contra el Dr. No, Desde Rusía con amor, James Bond contra Goldfinger, Operación Trueno, Solo se vive dos veces e Diamantes para la eternidad. A partir de aquí, Connery fartouse do personaxe e dise que se negou a continuar pedindo unha cantidade astronómica sabendo que non lla ían dar. E outros intérpretes viñeron a ocupar o seu estigmatizado lugar. Certo que en 1983 volvérono convencer a aceptou participar en Nunca digas nunca jamás, significativo título que ironiza sobre a súa rotunda negativa de doce anos antes, onde compartía créditos nada menos que con Max von Sydow, Klaus Maria Brandauer, Bárbara Carrera e Kim Bassinger. Pero os habituais produtores (Harry Saltzman, Albert R. Broccoli), guionistas (Richard Maibaum, Johanna Harwood, Berkely Mather), músico (John Barry), montador (Peter Hunt) e realizadores (Terence Young, Guy Hamilton) xa comezaran tamén a abandonar a escena. E, como acontece no vello chiste, logo da desaparición do grande actor escocés xa nada foi igual: no silencio dunha sala de espera déixase sentir un son claramente identificable e un dos que agardan comeza a remexer unha e outra vez o cu no asento á procura de ruidiños que disimulen o ruído anterior. Por fin, outro dos presentes se dirixe a el: Déixeo, non insista. Como o primeiro, ningún. Pois iso: como o primeiro, ningún.

sábado, 6 de marzo de 2021

Necesitamos una ciencia de la noche

Dos artículos recientes expresan la pertinencia de estudios transversales que afronten todos los aspectos relacionados con la noche.

* * *

La publicación, en 2005, de At Day’s Close: Night in Times Past de Roger Ekirch, sirvió de tarjeta de presentación ante públicos más amplios de un nuevo género: los «estudios de la noche». En su ambicioso libro, el investigador y profesor en Virginia Tech se valía de toda suerte de fuentes para trazar una genuina Historia, con H mayúscula, de la actividad humana después de la puesta de Sol. Entre sus documentadas aportaciones está la del «sueño segmentado»: antes de la revolución industrial no era infrecuente que las personas durmiesen en dos fases, primero unas horas después de la cena, para despertarse luego y mantener cierta actividad (oración, conversación o sexo) en medio de la noche y, finalmente, volverse a dormir. Referencia a un primer y un segundo sueño se encuentra, por ejemplo, en el Quijote de Cervantes.

En la estela del trabajo de Ekirch han aparecido en los últimos años diversos estudios históricos de la noche en un marco nacional. Es el caso de La noche develada: la Ciudad de México en el siglo XIX de Lillian Briseño Senosiain (editorial Universidad de Cantabria, 2017), que analiza las costumbres y tradiciones en las horas que van del ocaso al alba, pero también los oficios (prostitutas y matronas, serenos y ladrones) así como los mitos asociados al miedo nocturno, con «la Llorona» como figura emblemática de la cultura mexicana. En la misma línea se mueve la tesis doctoral de Rosa Maria Canarim Rodrigues Fina, Portugal nocturno e a ameaça do dia. A ideia de noite na cultura portuguesa (séculos XVIII a XX), que explora con detalle la transformación que supuso la llegada, no sin polémica, de la iluminación artificial, y se detiene en la presencia de la noche en algunos autores destacados de las letras portuguesas (Antero de Quental, Teixeira de Pascoaes o Álvaro de Campos, uno de los heterónimos de Pessoa).

Dos artículos recientes van más allá al proponer estudios de la noche aún más transversales. En la actual sociedad 24/7 el peso económico de la actividad nocturna es enorme, de modo que no es posible ignorar lo que sucede en las ciudades después del anochecer si queremos plantear bien un desarrollo global sostenible. «Las ciencias sociales y naturales necesitan hablar más una con la otra sobre lo que pasa de madrugada», escribe el profesor de la Universidad de Melbourne Michele Acuto en Nature (We need a science of the night, vol. 576, diciembre de 2019). En estas ideas abunda un artículo colectivo con Christopher Kyba como primer autor, Night Matters – Why the Interdisciplinary Field of «Night Studies» is Needed (diciembre de 2019): «si no disponemos de una visión de conjunto, la gobernanza de la noche puede servir a los intereses de un grupopoderoso y selecto en lugar de la comunidad en general», concluyen. La noche importa. Vaya si importa.

Martin Pawley. Artigo publicado na sección «La noche es necesaria» da Revista Astronomía, nº 248, febreiro de 2020.

mércores, 3 de marzo de 2021

Juan Antonio Porto, a conversa inacabada

por Miguel Castelo

Juan Antonio Porto era un deses galegos que nos últimos 60 iniciaba a súa andaina profesional en Madrid. Estudara un tempo antes na EOC, Escuela Oficial de Cinematografía, onde se diplomara en dirección. Coido que non rematara aínda 1970 cando apareceu pola súa cidade, na que adoitaba pasar as vacacións estivais coa súa familia no piso da rúa Pardo Bazán. Viña na compaña de Pedro Olea, con quen andaba a presentar aos medios informativos a primeira película de ambos, como guionista e director, respectivamente, El bosque del lobo. Un filme que J.A. Porto escribira adaptando a novela doutro coruñés, Carlos Martínez Barbeito, El bosque de Ancines. Era polo verán, cando eu facia un programa en Radio Juventud La Voz de La Coruña, que tiña os seus estudos no edificio modernista dos xardíns de Méndez Núñez, daquela cunha estrutura interior ben diferente á de hoxe. Non sei como entramos en contacto e ambos colegas achegáronse pola emisora para facermos unha entrevista que posteriormente se emitiría no programa cuxo título non lembro. Foi así como o coñecín persoalmente. Non tardando moito recuperei a súa figura, a súa voz de barítono e o seu particular modo de mover a boca desde o meu asento nunha aula do Instituto de Radio y Televisión, que compartía espazos coa EOC, na Dehesa de la Villa. Alí tiña tamén a súa sede, provisoriamente, a Facultad de Ciencias de la Información até que anos despois se trasladou ao novo edificio nos arredores do paraninfo. E naquela aula emprestada o profesor Porto falaba de guión cinematográfico ao alumnado da Rama de Imaxe e Son. E, como experto creador de historias, tiña o gusto pola palabra, falaba moito, ben e con grande entusiasmo. E cun moderado e elegante sentido do espectáculo, abandonando a súa cadeira, camiñando amodo, acenanado con mans e brazos e volvendo cara á mesa para sentar nun dos seus vértices. Amaba o seu oficio.

Fotografía: Mari Carmen López. Fonte: Academia de Cine.

Tiven o privilexio de ter moitas e amenas conversas co profesor Porto, por cabo amigo, pero a máis longa levounos medio día: a soleada mañá cando no seu coche viaxamos de Madrid a Ourense para participar nunha das edicións das Xornadas de Cine. Quedaramos a primeira hora ao pé do seu domicilio, se mal non lembro, na rúa Ardemáns, e desde que enfiamos a saída entramos con enerxía nunha feliz conversa ininterrompida. Tamén inacabada. O Festival de Cine de Humor, os cursos do CGAI, os paseos pola beiramar coruñesa ou os fortuitos encontros estivais nas inmediacións da praza de Vigo eran novas oportunidades para, arredor dun aperitivo ou un café, retomala. Ademais das cuestións da narración cinematográfica, a política ocupaba o noso tempo. Non en van, as súas historias están vistas desde a ollada dos perdedores. O tempo cinematográfico era para el nomeada preocupación. E, na fala, a característica principal do seu estilo a facilidade coa que pasaba do irónico ao solemne e viceversa. E aínda hoxe non sei con certeza que de un e outro había na súa aguda exemplificadora observación: Don Manuel, Don Manuel... ¿Qué es eso de Don Manuel? ¡En este país el único Don Manuel que ha habido es Don Manuel Azaña! Toda unha declaración de princípios que, unida ao seu numeroso e notable contributo á historia do cine, definen a un home apaixonado e cabal que viviu consagrado á arte de contar historias. Coa ferramenta da escrita de imaxes e sons. E coa palabra.

Artigo publicado orixinalmente en La Voz de Galicia, 26 de febreiro de 2021.