xoves, 24 de maio de 2012

Cannes, 7: Bertolucci regresa al cine, tras diez imposibilitado, con Io e te

Walter Salles se atreve con la adaptación del "On the road" de Kerouac

por José Luis Losa

Jornada de intensidad emotiva y de títulos largamente anunciados antes de presentarse este miércoles en la Croisette. Las emociones vinieron con la presencia en Cannes de Bernardo Bertolucci, el director italiano obligado a la inactividad durante diez años por una grave enfermedad osea que amenazó con dejarlo definitivamente fuera de la vida creativa. Por eso, la proyección de Io e te, la película “de cámara” que ha sacado adelante Bertolucci, en un proceso de gran esfuerzo personal, con casi un escenario único y dos muy jóvenes actores debutantes, convirtió el Theatre Lumiere en un entregado acto de afecto hacia el gran cineasta italiano, en una de las ovaciones más prolongadas que se recuerdan en Cannes. La película de retorno es un obra de apariencia “menor”, la historia de dos hermanastros inadaptados, él psicótico y ella adicta a la heroína, que se ven forzados a convivir en un pequeño trastero al que, cada uno por su parte, ha recurrido como huída de la realidad. En esa fricción en un espacio tan limitado, que puede traer reminiscencias de obras anteriores de Bertolucci como Asesiada y, sobre todo, El último tango en París, Bertolucci opta por rebajar la gradación de la intensidad. Hay, sí, choque, pero esta vez el valor que prima es el de una esperanzada salida indemnes de estos dos seres adolescentes, tan frágiles como lo es el propio Bertolucci.



Y lo que le faltaba a una sección oficial que va creciendo hasta estremos notables era un aldabonazo, una película que tomase completamente por sorpresa al festival. Y esa fue la de otro regreso, el de por tantos desahuciado Leos Carax. Su Holy Motors es un prodigio de cine libérrimo, estructurado, si es que cabe hablar de estructura en una obra tan felizmente entrópica, a partir de las diferentes personalidades que va encarnando Denis Lavant (asesino, ladrón, monstruo, padre de familia, empresario), acompañado por rostros conocidos como Eva Mendes, Kylie Minogue o Michel Piccoli, en una multitud de recorridos por París en los que cada recodo deja ver una nueva pirueta de estilo de Carax, cien ideas descabelladas que podrían haber terminado en cacharrazo pero que aquí van generando en el espectador desconcertado un progresivo entusiasmo, una emoción que es desnuda poética del cine hecho ante el precipicio. Carax tenía todos los boletos para despeñarse pero la osadía de su Holy Motors se fue condensando a lo largo de la proyección hasta culminar en una apoteósica recepción de un auditorio de más de dos mil personas celebrando el nacimiento de una indomeñable aventura del cine libertario de la que se hablará durante tiempo.



El colectivo entusiasmo despertado por el film de Carax casi opacó uno de los títulos estrella del concurso, la adaptación que el brasileño Walter Salles hace de la novela fundacional de Jack Kerouac, On the road. Con producción de Coppola, la idea de adaptar esta obra estuvo años viajando por las productoras de Hollywood. La elección del brasileño Salles parecía ya nacida con pie forzado, como si el hecho de que el film con el cual obtuvo mayor éxito internacional, Diarios de motocicleta, en los que narraba la peripecia del joven Che Guevara por América Latina encasillase ya a Salles como experto en cine itinerante. Y el resultado, consecuentemente es una plasmación del viaje de los beatniks con un toque de cromo; esto es, no está exento el film de belleza formal, ni de una factura de producción impecable, incluido un reparo sólido que incluye, junto a los desconocidos que encarnan a Kerouac o a Neal Cassady, a nombres como Viggo Mortensen, que pone rostro a William Burroughs, o a Kirsten Dunst. Después de lo visto sin ir más lejos ayer, con la excepcional inspiración sin ataduras de Leos Carax en Holy Motors, no deja de ser paradójico que un film que habla de unos escritores que hicieron de la libertad y la ruptura su bandera generacional, se vea tan encorsetado como este On the road. Lo cual no quiere decir que, a la hora de que el cine norteamericano se lleve su parte en el palmarés, la película de Salles no pueda llevarse su pedazo.

Por parte española, el Sueño y silencio de Jaime Rosales, que pasaba ayer en la Quincena de Realizadores recibió acogida fría, como las propias imágenes de la película, que no consigute transmitir emociones y se queda en gélido ejercicio de autor.

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