domingo, 27 de maio de 2012

Cannes, 10: Mud y The taste of money cierran la competición y dejan abierto el palmarés del domingo

por José Luis Losa

Tras la jornada de expectación despertada por David Cronenberg y su Cosmópolis, la resaca de este film de radicalidad formal, abstracciones, atmósferas oníricas o surrealista (de lo más comentado en el festival es la secuencia en la que Robert Pattinson tiene relaciones en su limusina con su asesora financiera al tiempo que su urólogo le realiza una exploración rectal) deja la sensación de que ha sido programada seguramente muy tarde, cuando las mentes y las retinas de la crítica aquí presente funcionan ya a medio gas para empatizar con la torrencial sucesión de situaciones o diálogos para las que Cosmópolis precisa de los cinco sentidos.



Superado el “día Cronenberg”, la última jornada de películas a concurso discurrió con la apacibilidad del fin de fiesta de bulimia de celuloide que es Cannes. De las dos películas que quedaron para este sábado, la que merece realmente ser reseñada es la norteamericana Mud, de Jeff Nichols. Antes se pudo ver lo último de otro habitual de este certamen, el coreano Im Sang-Soo, cuyo The taste of money es una desafortunada mixtura de thriller de dinero negro y comedia familiar de enredo, un dislate con algún que otro guiño “freak” que podríamos muy bien preguntar quién tuvo la idea de que incluirla en la sección oficial iba a aportar algo a este festival.



Rezuma personalidad, en cambio, la citada Mud, que es como un Mark Twain adaptado al presente, con una historia de amistad, en una isla sobre el Mississipi, entre dos adolescentes y un tipo solitario con un tatuaje y refugiado junto al río, escapado de un supuesto asesinato que cometió, encarnado por Matthew McConnaughey. La película, que desarrolla la intriga en un marco de pérdida de la inocencia, y con McConnaughey perseguido por una jauría humana de la América Profunda de Arkansas, está dibujada por Jeff Nichols con una capacidad para sugerir posibilidades inquietantes y, al tiempo, poéticas, a la altura de la que mostraba en la película que lo situó en el mapa internacional, precisamente en Cannes, en donde entonces fascinó con Take Shelter. Mud posee mucho de cuento que en sus pliegues esconde zonas de sombra crecientes, algunas tenebrosas. Y la relación de Matthew McConnaughey con los actores jóvenes rebosa complicidad. Luego aparece Reese Witherspoon, como haciendo sonar en esa isla al sol las trompetas del apocalipsis. Y también Sam Sephard y Michael Shannon, que protagonizaba ya Take Shelter.

No es para nada descartable que tuviera algún Mud espacio en el palmarés que se conocerá en la tarde del domingo. Y si otros años hay premios cantados, en esta ocasión hay tantas quinielas como acreditados en el festival. Los nombres que suenan con mayor insistencia son los de Michael Haneke y su Amour (especialmente sus actores, Tringtignant y Emmanuelle Riva), el de Kiarostami y su deliciosa Like someone in love y el Cronenberg de Cosmópolis. Circula también una quiniela más “aternativa”, que pasaría por la complejísima Beyond the hills, del rumano Christian Mungiu, por la austriaca Paradise: love, de Ulrich Seidl y, por encima de todas, la película que tomó a todo Cannes con el pie cambiado”, la inclasificable obra de trapecismo sin red, de riesgo continuado, Holy Motors, del francés Leos Carax.

Todo son ahora especulaciones sobre el resultado de las megalomanías encontradas de los miembros del jurado presidido por Nanni Moretti e integrado además por los directores Andrea Arnold, Alexander Payne y Raoul Peck, los actores Ewan McGregor, Emmanuelle Devos y Dianne Kruger y el diseñador Jean Paul Gaultier. Quizás para provocar, en la madrugada del viernes, alguien con cierta credibilidad lanzó el rumor de que había posibilidades ciertas de que Ken Loach ganase de nuevo la Palma de Oro. Y se formó tal crisis de pánico, tal cabreo colectivo, tanto desconcierto, que la noche de Cannes semejaba la de Cosmópolis. Probable que lo del premio máximo para Loach sea un bulo, una liebre mecánica paua que los lebreles de la crítica corramos tras él. En todo caso, broma de muy mal gusto, cuando el cuerpo del personal, ya muy castigado, pide solo una decisión justa el domingo, justo antes de volver a la realidad.

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