luns, 21 de maio de 2012

Cannes, 2: Paradise: Love, con el turismo sexual en África, primera gran polémica en Cannes

por José Luis Losa

El austriaco Ulrich Seidl suele promover encontronazos con su cine incómodo, feísta, que explora territorios tabú de la naturaleza humana, de esos que se sabe que están ahí pero nadie tiene ganas de filmar o de verlos en pantalla. Se terminó de labrar esa fama de cineasta rompepelotas con Import/Export, un film en el que se acercaba a la emigración de mujeres eslavas hacia la Europa del bienestar y mostraba los jirones que en ese viaje de compra-venta muchas de ellas se dejaban. Es por esto que la presencia de Seidl en la competición con una obra, Paradise: Love, que trata sin ambages el turismo sexual de mujeres nórdicas rumbo a África, había despertado la expectación de saber que la pantalla del Palais se preparaba para un plato fuerte. Y el cineasta austriaco no defrauda. Su manera de acercarse a un grupo de matronas germánicas que actúan como depredadoras del hombre negro, con rituales de impiedad y sadismo que nada tienen que envidiar al equivalente rol masculino, está presidido por una calculada frialdad. Esa ama de casa entrada en años y en carnes a la que vemos en su maternal papel antes de viajar a Kenia se adapta al modelo de explotación sexual descarnada en un proceso medido, en el que la sordidez va penetrando la pantalla casi como la “banalidad del mal”. Pudiendo haber caído en el fango de lo morboso, Ulrich Seidl juega limpio: se limita a describir la deriva de esa “fraulien” oronda y apocada (un trabajo de interpretación colosal, por la impudicia verídica de la que Margarete Tiesel impregna a un personaje que creo que pocas actrices aceptarían encarnar: es ya una firme candidata a premio) hasta revertirla en una adicta a la dominación colonial a través de la compra de sexo, en un viaje sutil por paisajes, camastros y playas que reproducen una moderna esclavitud.



Toda la contención casi entomológica que Seidl administra en ese trayecto de dominación sexual casi patológica hace que, ya en el tramo final de la película, el efecto de deflagración de una secuencia epatante, la de una orgía que parece casi misa negra, celebración del horror y no del placer, sea apabullante. Y Siedl recoge como catarsis de la indignidad lo que ha sembrado durante la hora y media anterior. Como los materiales de los que está hecha Paradise: love son, paradójicamente, los inversos, el odio y el purgatorio, la película ha despertado en Cannes sentimientos muy encontrados, y hay quien detesta que se muestren en una pantalla la crueldad de la sexualidad ligada al imperialismo, ahora en forma de viajes turísticos, como si fuese algo nuevo esa forma de depredación que se queda metida en tu cabeza después de ver el fim de Ulrich Siedl, y te martillea con más fuerza según va anidando el poso de sabio horror que el film acierta a transmitir.

El otro nombre que competía este viernes es Matteo Garrone, autor propulsado al prestigio desde Cannes, hace cuatro años, con Gomorra. En su nueva película, Reality, Garrone abandona el drama cuasidocumental con el que describía la Camorra para aproximarse a otra carcoma de la calidad democrática italiana: la de la trivializadora sociedad del espectáculo en donde las vellinas y el bunga-bunga se asimilaban como algo casi folclórico y aceptable. Y Garrone emblematiza esa subversión berlusconiana de la democracia a partir de un concurso de telerrealidad, un “Gran hermano” que transforma a un hombre normal en un payaso, a un ciudadano en un guiñol, en esa estrategia nada inocente con la que se quiso demoler, desde el detritus televisivo, la dignidad civil de un país. Reality, que puede parecer obra menor, es causticidad en estado puro, radiografía de una sociedad cuyos órganos vitales aparecen corroídos por el gran carnaval de la televisión a cuyos mandos estaba, y aún sigue, el hombre que comenzó como cantante de napolitanas en cruceros de medio pelo y acabó a los manos de esa nave semihundida llamada Italia.

1 comentario:

  1. cielo santo, ví esta película después de haber conocido Senegal en un extraño viaje de cooperación que resultó... otra cosa
    es una película realista y si Seidl hubiera podido incorporar el caso de las mujeres españolas que se apuntan a una ong para hacer viajes de grupo en busca de sexo, el resultado hubiera sido todavía más explosivo
    en fin, a quien Dios se la dé, que Forniyakaar Africa se la bendiga
    quintaesencia del turismo sexual femenino
    ¡Pasajeras: al avión!

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