luns, 21 de maio de 2012

Cannes, 4: Michael Haneke vuelve con Isabelle Huppert en Amour

por José Luis Losa

En ese crescendo en el que se supone que debe viajar este festival de Cannes hasta el momento más bien decepcionante, este domingo hacía entrada en el Gran Teatro Lumiere uno de los cineastas que se han enseñoreado de las últimas dos décadas del cine europeo, el austriaco Michael Haneke. De un tiempo a esta parte, parece que va calando una corriente entre la crítica que tiende a relativizar la capacidad innovadora de este autor. Pero no hay que olvidar que su última incursión en el cine, La cinta blanca, se hizo con la Palma de Oro en la edición de Cannes de hace tres años. Volvía Haneke al festival que más lo ha mimado y que le concedió en el pasado el premio al mejor director por Caché y el Gran Premio del Jurado por La pianista. En aquella ocasión, inauguró con Isabelle Huppert una colaboración que tuvo continuidad en El tiempo del lobo. Sin duda, la capacidad para la perturbación de la Huppert puede desarrollar sus potencialidades con tanta libertad en pocos espacios como en el marco de insania que suele ocupar a Haneke. Y era algo razonablemente conveniente que esa colaboración artística tuviese continuidad. En Amour, la Huppert no ocupa el escenario central de la historia. Es el tercero en discordia, la hija de relaciones desafinadas con sus padres, ambos profesores de música, una pareja formada por dos ilustres del cine europeo, Jean-Louis Trintignant (junto a Piccoli el último grande de una generación de actores que marcó la segunda mitad del siglo XX y que toca a su fin) y Emmanuelle Riva, musa de Alain Resnais.



En Amour, Haneke baja algo el diapasón de atmósferas irrespirables de su cine anterior. Recrea un amor tranquilo, paciente, el de los dos ancianos padres en la ficción de Isabelle Huppert. Pero, como es norma en el cine del austriaco, una circunstancia abrupta e inesperada, un zarpazo que afecta al personaje encarnado por Emmanuelle Riva, trastoca la armonía reinante. Y van apareciendo, de entre los claroscuros de la bellísima fotografía de Darius Khondji, fantasmas del pasado, rugosidades que alteran las relaciones de los personajes y que acaban por generar incertidumbres, inquietudes, que aproximan el pulso del film al llamado “territorio Haneke”, aunque es cierto que es éste su film menos tenebroso, donde a ratos reina la placidez, que era hasta ahora un sentimiento extraño al autor de Funny Games o de Caché. Pero el sentimiento mórbido que preside el plano final es, de nuevo, la desazón.



Había otras dos películas más a concurso en una jornada apretada. En la primera de ellas, In another country, la protagonista vuelve a ser Isabelle Huppert, esta vez como personaje a las órdenes del coreano Hong Sangsoo. El microcosmos de este cineasta asiático de larga trayectoria, aunque apenas conocido en España porque su cine no ha pasado del circuito de festivales, es siempre el de situaciones de enredo, historias de amor paralelas, ambientadas muchas de ellas en el marco del cine dentro del cine. Es tan personal ese engranaje, marca de la casa, de Hong Sangsoo, que el hecho de introducir en él una figura internacional y europea como la Huppert planteaba la duda de si en cierto modo dinamitaría la sutileza casi etérea de su cine, hasta ahora encarnado siempre por un grupo de actores coreanos muy familiarizados con sus premisas. Todo lo contrario, la capacidad empática de la Huppert con Sangsoo es total. Su descaro a la hora de enrolarse en uno de esos impagables viajes de yo-yo del director coreano no sorprende en una actriz que supo brillar en el ocaso del Hollywood de los grandes estudios, en el cine independiente y como actriz fetiche de Haneke o Chabrol.



La tercera cinta en liza, The Hunt, la firma el danés Thomas Vinterberg, quien desde que sorprendió con la provocadora Celebración ha ido perdiendo fuelle. Y no es una excepción The hunt, que responde a esos cánones del cine danes presente en festivales: es correcta, formalmente impecable, marca con trazo algo grueso las líneas del melodrama pero deja siempre sensación de vaciedad, de ausencia de riesgo. En The hunt Mads Mikkelsen, convertido ya en sex-symbol del cine europeo, sufre una acusación de pederastia, y sobre él se cierne una caza de brujas con sello protestante y vasta crueldad, que en nada tiene que envidiar a la del bosque de Salem. Lo de menos es que al final sea o no culpable, porque por el camino la película se va adocenando hasta carecer del interés del cine que merece estar en Cannes. Sin duda, el vía crucis que sufre este hombre de tanto sex-appeal funciona como drama y cinta de suspense comercial. Y ahí tendrá terreno donde moverse. Porque en esa pantalla destinada, o así debería ser, al riesgo, nada debería de cazar la nueva película de Thomas Vinterberg.



Como función fuera de concurso, para quitarse algo de solemnidad, Cannes nos ofreció nada menos que el Drácula 3-D del veterano e iconoclasta Dario Argento. Quien naturalmente se sirve del personaje cientos de veces llevado al cine, para pasarse cuatro pueblos con su personal, disparatada, nada desdeñable en sus excesos, visión de Drácula. En los créditos, sin duda el dato más bizarro de una película tan freak, la presencia de Enrique Cerezo como co-autor de los diálogos y del guión. Eso sí es vampirismo y, lo demás, coñas marineras.

2 comentarios:

  1. Oscar:
    Haberá que buscar un "oco" para ir a Cannes o póximo ano ¿non si?

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  2. Pois si e non. Cannes é un festival "sen público", aberto só a prensa e profesionais do cinema. Para entendernos: non se venden entradas para as seccións oficiais, e a única opción é conseguir un convite para algún pase (sempre hai xente na Croisette apostada horas e horas para conseguir invitacións, supoño que con escaso ou nulo éxito). Só están abertas ao público xeral as proxeccións das seccións paralelas, Quincena de Realizadores e Semana da crítica, que en calquera caso conteñen filmes suficientemente interesantes de seu (aínda que este ano o eco desas dúas seccións parece estar sendo menor). Polo demais, ver Cannes durante o festival é algo sumamente recomendábel: por moito que che conten é imposíbel facerse idea das dimensións do festival até que non estás alí, por máis que a maioría das cousas sigan estando fóra do teu alcance.

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