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A Pere Horts, in memoriam.
EVENTIDE (Sharon Lockhart, 2022) |
La directora Sharon Lockhart es una figura esencial en el cine contemporáneo que pone énfasis en la experiencia del tiempo. Sus películas, resueltas en tomas largas y planos casi siempre estáticos –solo en Lunch Break (2008) se permitió mover la cámara–, exigen a quien las ve la calma necesaria para la contemplación, para mirar y escuchar lo que la pantalla muestra. Apuestan por evidenciar el paso (y el peso) del tiempo, por
hacer patentes los ritmos reales y propios de las cosas sin la aceleración ni los subrayados comunes en la cada vez más atrofiada cultura de masas. Es una obra que camina en sentido opuesto a los mandatos del capitalismo contemporáneo, que se basa en ofrecer de forma continua una interminable colección de estímulos
que inducen deseos. Deseos siempre efímeros, siempre insatisfactorios, pues a cada deseo cumplido, o mejor dicho, comprado, le sucede otro nuevo y diferente. Lockhart reclama nuestra atención para percibir cambios sutiles, para apreciar las variaciones paulatinas de la luz que suceden mientras una mariscadora recoge almejas en Maine en la sublime Double Tide (2009), dos secuencias de 45 minutos durante las mareas bajas de una misma jornada de verano, en los crepúsculos que abren y cierran el día; o el suave avance de la oscuridad mientras el cielo se puebla de estrellas en Eventide (2022), un cielo digital que ni siquiera pretende una representación adecuada de las constelaciones pero que evoca tan bien las sensaciones de la noche que acaba por parecer realista.
La cineasta suele trabajar estrechamente con las comunidades que filma. Investiga y acompaña a esas personas para aprender de ellas y que de ese conocimiento surja la película. Un ejemplo muy claro es Rudzienko (2016), creada con las residentes en un centro de menores de Polonia, adolescentes en un momento complicado de sus vidas para las que organizó talleres de filosofía, teatro, agricultura o percusión. En el filme las jóvenes se expresan con emocionante profundidad; hablan de los errores cometidos, de los padres ausentes, de la importancia de tener a alguien con quien conversar, de cómo las amistades pueden herirnos, de la capacidad ilimitada para el perdón o de las formas para calmar la ansiedad. Una dice que para tranquilizarse escucha música o «se tumba en la hierba, mirando las nubes». Si está oscuro, dice otra, no ves las nubes y entonces
«miras la Luna». Hay gente que cuenta estrellas, añade. «Me gusta dar largos paseos de madrugada en el bosque. No tengo miedo a la oscuridad, es entonces cuando eres libre». Al ver hace unos días esos diálogos de Rudzienko en la Filmoteca de Galicia se me hicieron evidentes las palabras de Chanda Prescod-Weinstein que yacité el mes pasado: es tarea de la astronomía entender cuáles son las causas estructurales que nos impiden disfrutar del firmamento y la noche. Es tarea de la astronomía, también, que cualquiera pueda encontrar belleza y paz de madrugada en la naturaleza.
Martin Pawley. Artigo publicado na sección "La noche es necesaria" da Revista Astronomía, número 297, marzo de 2024.
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