Al margen de Gonçalo, entre la producción nacional las mayores expectativas estaban depositadas en João Vladimiro, autor de Pé na Terra y Jardim. No defraudó con Lacrau, poema fílmico que rechaza la vida moderna, urbana y artificial para abrazar una vuelta a los ritmos de la naturaleza y el calor de las relaciones humanas tradicionales. Es tan difícil hablar de esta obra personal y hermética como fácil gozar con sus hermosas imágenes y su cuidada banda sonora, que harán de ella, ya lo avisamos, una de las referencias festivaleras de la temporada.
Era inevitable su presencia en un palmarés coronado por otra decisión obvia e incuestionable: el triunfo en la competición internacional de Leviathan, la literalmente inmersiva obra maestra de Lucien Castaing-Taylor y Véréna Paravel que retrata el durísimo trabajo en un barco de pesca. Igual de justa fue la victoria, en la categoría de cortos, de Da Vinci de Yuri Ancarani, cuya fortaleza reside en sus espectaculares imágenes del interior del cuerpo humano y las que muestran la plasticidad de movimientos del robot quirúrgico que le da título.
Martin Pawley. Texto publicado no número de xuño de 2013 (17/68) de Caimán-Cuadernos de Cine.
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