Cualquier acercamiento a
As Mil e Uma Noites empieza por el asombro ante su naturaleza colosal,
su condición de proyecto extraordinario. Extraordinario por dimensión y
por intención, la de establecer un retrato de un país, Portugal,
cruelmente azotado por el ejercicio austericida de un gobierno que bailó
al son único de la apocalíptica “Troika”, entidad que también es
singular y triple, como la película de Gomes, pero infinitamente menos
amorosa. La crisis, palabra maldita que ha devenido comodín hueco para
justificar cualquier cosa, merecía un acto artístico de rebelión. Lo ha
hecho un genial cineasta portugués en forma de elogio de la narración y
de la palabra, de voces y de acentos que hilan un sinfín de historias,
grandes y pequeñas, trascendentes y banales, que nacen unas de otras y
se van y vuelven para relatar este mundo y este tiempo. Para hacer
relato hoy y para que se recuerde en el futuro: esto era así y había que
contarlo, de una forma nueva, imperecedera e inagotable.
As Mil e
Uma Noites es, sí, una película política, aunque no militante, o al
menos no en el sentido tradicional. No es una obra repleta de certezas,
dispuesta a señalarnos un camino recto -o más bien “el” camino-; antes
por el contrario, prefiere navegar al desvío y explorar otras derrotas
para conocer mejor su rumbo. La prensa diaria fue una perfecta guía para
el viaje. Durante más de un año un equipo de periodistas -María José
Oliveira, Rita Ferreira y João de Almeida Dias, justo es citar sus
nombres y aplaudir su espléndido trabajo- escrutó las noticias para
localizar buenas historias portuguesas. Fueron al encuentro de
personajes que no siempre encuentran sitio en los medios generalistas,
le pusieron cara al desempleo, la precariedad y el sufrimiento a lo
largo de docenas de entrevistas, investigaron toda suerte de hechos
curiosos, reveladores del estado de un país más allá de las grandes
cifras. Hicieron, en suma, periodismo del bueno, ese que infelizmente ya
no es tan común, para alimentar un sitio web memorable -enriquecido por las ilustraciones de Tiago
Manuel- y con ello sugerir contenidos para los relatos de una Xerazade
del siglo XXI. Relatos que nacen de la “realidad” y que convierte en
ficción el llamado “Comité Central”, compuesto por Miguel Gomes, la
guionista y actriz Mariana Ricardo, el asistente de realización Bruno
Lourenço y el montador Telmo Churro. Y es una ficción libérrima, que
asume sin miedo la necesidad de la imaginación para entender el mundo en
que vivimos. Se vale de la fábula y juega a veces con el absurdo con la
misma energía y convicción con la que escapa de la crueldad, que
esquiva incluso en su episodio más satírico. Aquí no hay espacio para el
sadismo. La más terrible de las historias puede contarse con elegancia,
con compasión y pudor. No es un acto de caridad, es sólo justicia.
Justicia y cariño.
As Mil e Uma Noites es una película en tres
volúmenes. Pero la verdadera película, es importante que esto quede
claro, es la que ordena el espectador en su cabeza una vez que ha
experimentado las tres entregas en que se presenta. La primera de ellas,
O Inquieto, es la que propone más registros diferentes, la más mutante,
la más electrizante. O Desolado, la segunda, es la más canónicamente
ficcional, también la más amarga y desesperada, aún a pesar de Dixie, el
perro transmisor de alegría que se acaba adueñando de la función. El
volumen final, O Encantado, arranca como un festín hedonista, puro
placer visual y sonoro en una Bagdad marsellesa de fantasía, para
llevarnos luego a la Lisboa actual y alcanzar la cima gracias a una
galería excepcional de personajes, la desarmante comunidad de
passarinheiros que nos deslumbra y emociona por su dedicación en favor
de la belleza, por su amor y su compromiso. Fueron precisas seis horas,
pero el mensaje ha calado hondo. Necesitamos beber sueños como
necesitamos beber agua, afirmó una vez el escritor gallego Álvaro
Cunqueiro. Xerazade añadiría ahora: mientras exista alguien que atienda
al canto de los pájaros será posible la esperanza.
Martin Pawley. Texto escrito para o catálogo do FIC Valdivia 2015. Versión en galego, aquí.
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