venres, 24 de xaneiro de 2014

Tasio (Montxo Armendáriz, 1984)

Hoxe proxéctase Tasio no Centro Niemeyer. Pídeme o camarada Fran Gayo "unha frase, un parágrafo" sobre a película. Apresuradamente xorden unhas poucas liñas. Estas:

Hay una visión tópica sobre el cine español que alude con ánimo despectivo a la reiteración de ciertas “etiquetas”o “hashtags”, dicho en el lenguaje de twitter: la guerra civil (digamos, pues, #GuerraCivil), la posguerra, cierto gusto ruralizante... Los tópicos, en general, no suelen resistir un análisis serio, pero da igual, el caso es que están ahí. Y bajo su pernicioso efecto caen justos por pecadores y así se coloca una pátina de escéptica indiferencia sobre obras que merecen ser tratadas con respeto. Es cierto que hay un cine español en los 80 “con pretensiones”, que intenta imitar, tarde y con mal gusto, algunas tendencias europeas ya caducas. Un cine con disfraces y pelucas, un cine que a fuerza de querer ser literario deja de ser cine. Pero la primera mitad de los 80 es también la de El Sur de Erice, la del primer Almodovar, la de los restos de ese cine hiperestimulante que se desarrolla en la España de los 70 -Paulino Viota y compañía- y tardaría poco en morir.

De los 80 es Tasio de Montxo Armendáriz. Que es, sí, una película ruralista y de posguerra. Y lo mejor de los Taviani también, ¿pasa algo? Lo que sostiene aún hoy a Tasio es su sólida honestidad, su absoluta falta de trampas melodramáticas que, no es paradoja, refuerza su poder emocional. Su habilidad -tan inusual por estos pagos- para contar el paso del tiempo mediante elipsis modélicas, canónicas. Su brillante fotografía (José Luis Alcaine, un maestro) y el acertado uso de la música de Ángel Illarramendi. La solvencia de todo su reparto, pero sobre todo la potencia escénica de Patxi Bisquert, uno de los actores más desaprovechados del cine español. Su presencia, su voz, su gesto, su forma de mirar no transmite verdad: es verdad. Es un placer verlo trabajar, caminar, compartir una canción en la mesa. Alegrarse ante la noticia que le da su hija de que se casa: “a mí me parece bien”, dice. Sólo por ese momento, por su forma de mirar y sonreír en ese momento, se justifica una película. Estoy por decir que se justifica una filmografía.

Martin Pawley

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