venres, 1 de novembro de 2024

Toda la luz artificial contamina

Lo que como sociedad promovemos o toleramos ayuda a definir el mundo en que vivimos.

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Fotograma de F for Fake (Orson Welles, 1973)

En un artículo de hace dos años me hice eco de una tan concisa como reveladora nota de Salva Bará que explicaba que de cada 22 millones de fotones reflejados en el ambiente, el ojo captura únicamente uno para la visión. Las cuentas no son difíciles: se trata de comparar la superficie de la pupila, nuestra ventana de entrada de luz, cuyo diámetro es de 6 milímetros, con la de la semiesfera centrada en cada punto de la escena que tenemos por delante en la que se reflejan los fotones. Suponiendo una distancia de visión (conservadora) de 10 metros, el cociente entre superficies da 4,5·10⁻8 : esa es la fracción de luz que recibimos, esa partícula de cada 22 millones que ya presentamos y que, excuso decirlo, es muy valiosa para nuestro cerebro. El resto de los fotones (el 99,999995 %) no los usamos, o sea, no los vemos, así que la máxima eficiencia de un sistema de iluminación exterior perfecto es del 0,000005 %. No hay milagro tecnológico que vaya a cambiar esa limitación física (...)

Martin Pawley. O artigo completo pode lerse na sección "La noche es necesaria" da Revista Astronomía, número 305, novembro de 2024. As persoas subscritoras poden acceder á revista no seu sitio web.

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