venres, 4 de outubro de 2024

La contaminación lumínica contada a través del cine

La historia del cine nos regala ejemplos para reflexionar sobre los diversos impactos de la luz artificial por la noche.

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Once años antes de ser el director de La invasión de los ladrones de cuerpos (y veintiséis antes de Elseductor y Harry el sucio) Don Siegel debutó en 1945 con un fabuloso corto ganador de un Óscar, Star in the Night, un cuento laico de Navidad que hace una relectura contemporánea del mito del nacimiento de Cristo alrededor de la espontánea solidaridad humana ante situaciones que requieren ayuda urgente. La película comienza con tres peculiares Reyes Magos, un trío de vaqueros a caballo cargados de juguetes después de comprar el escaparate completo de un comercio con el fin de impresionar a la atractiva dependienta. En el medio del desierto ven una estrella muy brillante sobre el horizonte, una nunca vista hacia la cual deciden dirigirse, pero el siguiente plano nos descubre que la estrella es realmente una señal luminosa que acaba de instalarse en un humilde motel.

Fotograma de ¡Qué bello es vivir!
En los últimos años he impartido en varios lugares (Riba-roja de Túria, A Coruña y más recientemente en el Observatorio Astronómica de Santana, en las Azores) una charla sobre contaminación lumínica contada a través del cine, y por supuesto esta simpática escena está presente. Star in the Night es mi película navideña preferida junto, claro está, al clásico por excelencia, la siempre inagotable ¡Qué bello es vivir! de Frank Capra, un prodigio mucho más complejo de lo que algunas interpretaciones superficiales suelen apuntar. Empecé a utilizar ¡Qué bello es vivir! en mis charlas después de reparar, en mi enésimo visionado, en la diferente iluminación de la entrañable Bedford Falls respecto de la pesadillesca Pottersville, un lugar dominado por el capitalismo salvaje que comanda el siniestro banquero –disculpen el pleonasmo– Henry Potter (Lionel Barrymore) frente al esfuerzo colectivo y el apoyo mutuo que encarna George Bailey (James Stewart). Pottersville, un lugar diseñado para el ocio y no para la vida de la comunidad, está, cómo no, repleto de carteles luminosos para atraer a los turistas-polilla.

El cine ofrece muchos otros ejemplos para reflexionar sobre la contaminación lumínica. Para hablar de la luz como disruptor del sueño tenemos un maravilloso thriller hospitalario de la británica Muriel Box, Eyewitness. Ninguna secuencia mejor que la persecución y ataque a la protagonista de Outrage, obra maestra de Ida Lupino, para explicar cómo la luz artificial no es nunca garantía de seguridad. Está también la emoción, para toda la familia, de un apagón que permite ver de forma efímera el firmamento en la ciudad en Le père des mes enfants de Mia Hansen-Løve (y la sensación obvia de que te roban algo cuando la luz regresa). O la sabiduría aimara del abuelo de Miguel Hilari, cineasta boliviano, que cita en su documental El corral y el viento lo que aquel les contaba a sus hijos después de ir por primera vez a La Paz: «La ciudad es extraña. La ciudad brilla. Incluso de noche sigue brillando». El cine es, en suma, una herramienta más para combatir la contaminante fotofilia típica de los cargos políticos más insensatos.

Martin Pawley. Artigo publicado na sección "La noche es necesaria" da Revista Astronomía, número 295, xaneiro de 2024. Pode visitarse aquí unha listaxe de reprodución en Youtube con fragmentos de filmes que permiten falar ou pensar sobre a contaminación luminosa. 

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