sábado, 8 de xuño de 2024

El cielo es un bien común

No hay tiempo que perder para poner freno al deterioro del cielo nocturno por culpa de la luz artificial y los satélites.

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En un sensacional libro publicado en España hace unos meses por la editorial Shackleton Books, El último horizonte, su autor, el astrofísico italiano Amedeo Balbi, hace notar una variable que no siempre se tiene en cuenta cuando reflexionamos sobre lo que podemos conocer y lo que no del universo en que vivimos: el tiempo. Observamos el cosmos en una época concreta, «en esta época y no en otra», y a lo largo de sus casi catorce mil millones de años de existencia sus características han variado notablemente. «Hoy el universo está lleno de estrellas, pero en el pasado era un gas caliente de partículas elementales», nos recuerda, y esa condición cambiante significa que «hay observaciones que en la actualidad son posibles pero que no lo hubieran sido en el pasado y que quizá no lo sean en el futuro». Si la vida hubiera surgido en alguna estrella hace ocho o nueve mil millones de años, una hipotética criatura amante de la cosmología no tendría pruebas que le permitieran imaginar la expansión acelerada del universo, que en ese momento aún no se había iniciado. El paisaje celeste sobre nuestras cabezas tampoco es eterno. «El combustible necesario para alimentar las reacciones de fusión nuclear que mantienen las estrellas encendidas no estará disponible indefinidamente, y el que hay se diluirá hasta hacer cada vez menos eficaz el colapso gravitatorio necesario para desencadenar nuevas reacciones. El resultado es que, ya en la actualidad, cada vez nacen menos estrellas.» El futuro traerá el apagado paulatino de una estrella tras otra, las más brillantes primero. «Hemos vivido en el periodo relativamente breve, según la escala temporal cósmica, en el que el cielo estaba radiante de puntos luminosos. También por eso merece la pena disfrutar del espectáculo», concluye el profesor Balbi.

Es una idea poderosa. La humanidad ha convivido siempre con un paisaje natural voluptuoso, favorecedor del asombro, tanto en la tierra como en el cielo. Esa misma humanidad tolera ahora la destrucción codiciosa de ese paisaje; olvida que es un patrimonio común que no puede quedar supeditado a intereses particulares. Asume, con insensata pasividad, su derrota ante poderes económicos que actúan como si pudieran estar siempre al margen de cualquier acuerdo global.

Hemos perdido demasiado tiempo, pero aún no es irremediablemente tarde. Aún podemos revertir la situación y recuperar los paisajes del pasado. Con ese espíritu, el artículo A call for scientists to halt the spoiling of the night sky with artificial light and satellites, que firmo con Fabio Falchi, Salvador Bará, Pierantonio Cinzano y Raul C. Lima en la revista Nature Astronomy de marzo, lanza una llamada a la acción colectiva y global para reducir de forma significativa las emisiones de luz artificial por la noche. No olvidamos los impactos de las constelaciones de satélites, cuya prohibición no hay que descartar. El cielo es un bien compartido que debemos asegurar para las generaciones que vendrán. Tenemos que frenar los continuos y crecientes ataques a la noche.

Martin Pawley. Artigo publicado na sección "La noche es necesaria" da Revista Astronomía, número 288, xuño de 2023.

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