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La publicación, en 2005, de At Day’s Close: Night in Times Past de Roger Ekirch, sirvió de tarjeta de presentación ante públicos más amplios de un nuevo género: los «estudios de la noche». En su ambicioso libro, el investigador y profesor en Virginia Tech se valía de toda suerte de fuentes para trazar una genuina Historia, con H mayúscula, de la actividad humana después de la puesta de Sol. Entre sus documentadas aportaciones está la del «sueño segmentado»: antes de la revolución industrial no era infrecuente que las personas durmiesen en dos fases, primero unas horas después de la cena, para despertarse luego y mantener cierta actividad (oración, conversación o sexo) en medio de la noche y, finalmente, volverse a dormir. Referencia a un primer y un segundo sueño se encuentra, por ejemplo, en el Quijote de Cervantes.
En la estela del trabajo de Ekirch han aparecido en los últimos años diversos estudios históricos de la noche en un marco nacional. Es el caso de La noche develada: la Ciudad de México en el siglo XIX de Lillian Briseño Senosiain (editorial Universidad de Cantabria, 2017), que analiza las costumbres y tradiciones en las horas que van del ocaso al alba, pero también los oficios (prostitutas y matronas, serenos y ladrones) así como los mitos asociados al miedo nocturno, con «la Llorona» como figura emblemática de la cultura mexicana. En la misma línea se mueve la tesis doctoral de Rosa Maria Canarim Rodrigues Fina, Portugal nocturno e a ameaça do dia. A ideia de noite na cultura portuguesa (séculos XVIII a XX), que explora con detalle la transformación que supuso la llegada, no sin polémica, de la iluminación artificial, y se detiene en la presencia de la noche en algunos autores destacados de las letras portuguesas (Antero de Quental, Teixeira de Pascoaes o Álvaro de Campos, uno de los heterónimos de Pessoa).
Dos artículos recientes van más allá al proponer estudios de la noche aún más transversales. En la actual sociedad 24/7 el peso económico de la actividad nocturna es enorme, de modo que no es posible ignorar lo que sucede en las ciudades después del anochecer si queremos plantear bien un desarrollo global sostenible. «Las ciencias sociales y naturales necesitan hablar más una con la otra sobre lo que pasa de madrugada», escribe el profesor de la Universidad de Melbourne Michele Acuto en Nature (We need a science of the night, vol. 576, diciembre de 2019). En estas ideas abunda un artículo colectivo con Christopher Kyba como primer autor, Night Matters – Why the Interdisciplinary Field of «Night Studies» is Needed (diciembre de 2019): «si no disponemos de una visión de conjunto, la gobernanza de la noche puede servir a los intereses de un grupopoderoso y selecto en lugar de la comunidad en general», concluyen. La noche importa. Vaya si importa.
Martin Pawley. Artigo publicado na sección «La noche es necesaria» da Revista Astronomía, nº 248, febreiro de 2020.
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