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xoves, 1 de xuño de 2023

El cielo es un bien común

No hay tiempo que perder para poner freno al deterioro del cielo nocturno por culpa de la luz artificial y los satélites.

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En un sensacional libro publicado en España hace unos meses por la editorial Shackleton Books, El último horizonte, su autor, el astrofísico italiano Amedeo Balbi, hace notar una variable que no siempre se tiene en cuenta cuando reflexionamos sobre lo que podemos conocer y lo que no del universo en que vivimos: el tiempo. Observamos el cosmos en una época concreta, «en esta época y no en otra», y a lo largo de sus casi catorce mil millones de años de existencia sus características han variado notablemente. «Hoy el universo está lleno de estrellas, pero en el pasado era un gas caliente de partículas elementales», nos recuerda, y esa condición cambiante significa que «hay observaciones que en la actualidad son posibles pero que no lo hubieran sido en el pasado y que quizá no lo sean en el futuro». Si la vida hubiera surgido en alguna estrella hace ocho o nueve mil millones de años, una hipotética criatura amante de la cosmología no tendría pruebas que le permitieran imaginar la expansión acelerada del universo, que en ese momento aún no se había iniciado. El paisaje celeste sobre nuestras cabezas tampoco es eterno. «El combustible necesario para alimentar las reacciones de fusión nuclear que mantienen las estrellas encendidas no estará disponible indefinidamente, y el que hay se diluirá hasta hacer cada vez menos eficaz el colapso gravitatorio necesario para desencadenar nuevas reacciones. El resultado es que, ya en la actualidad, cada vez nacen menos estrellas.» El futuro traerá el apagado paulatino de una estrella tras otra, las más brillantes primero. «Hemos vivido en el periodo relativamente breve, según la escala temporal cósmica, en el que el cielo estaba radiante de puntos luminosos. También por eso merece la pena disfrutar del espectáculo», concluye el profesor Balbi.

Es una idea poderosa. La humanidad ha convivido siempre con un paisaje natural voluptuoso, favorecedor del asombro, tanto en la tierra como en el cielo. Esa misma humanidad tolera ahora la destrucción codiciosa de ese paisaje; olvida que es un patrimonio común que no puede quedar supeditado a intereses particulares. Asume, con insensata pasividad, su derrota ante poderes económicos que actúan como si pudieran estar siempre al margen de cualquier acuerdo global.

Hemos perdido demasiado tiempo, pero aún no es irremediablemente tarde. Aún podemos revertir la situación y recuperar los paisajes del pasado. Con ese espíritu, el artículo A call for scientists to halt the spoiling of the night sky with artificial light and satellites, que firmo con Fabio Falchi, Salvador Bará, Pierantonio Cinzano y Raul C. Lima en la revista Nature Astronomy de marzo, lanza una llamada a la acción colectiva y global para reducir de forma significativa las emisiones de luz artificial por la noche. No olvidamos los impactos de las constelaciones de satélites, cuya prohibición no hay que descartar. El cielo es un bien compartido que debemos asegurar para las generaciones que vendrán. Tenemos que frenar los continuos y crecientes ataques a la noche.

Martin Pawley. Artigo publicado na sección "La noche es necesaria" da Revista Astronomía, número 288, xuño de 2023.

luns, 1 de febreiro de 2021

¿Cuántas estrellas vemos en el cielo? 2ª parte

Estimaciones más realistas rebajan de miles a cientos las estrellas al alcance de nuestros ojos.

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Adaptado de Cinzano & Falchi
Las características del sistema visual humano, que precisa un buen contraste entre un objeto y su contorno, marcan valores límite para el brillo de las estrellas más débiles que podemos llegar a distinguir. Por supuesto, esos valores dependen de la capacidad óptica del observador, que es muy variable entre diferentes individuos y en un mismo individuo a lo largo de su vida: no vemos igual a los veinte años que a los setenta. Esto es especialmente válido para la visión nocturna, que empeora de forma notable con la edad: la pupila se dilata mucho menos y en consecuencia entra menos luz en el ojo, el cristalino se vuelve menos flexible y transparente e incluso se reduce el número de bastones activos en la retina.

También importa, como vimos el mes pasado, el brillo del cielo provocado por la difusión de la iluminación artificial, que reduce el contraste necesario para que detectemos un punto de luz. Nos llegan los mismos fotones desde Marfik, en la constelación de Ofiuco, tanto si estamos en un centro urbano como en un lugar poco contaminado, pero su magnitud aparente, 3,82, la hace inalcanzable en el primer caso.

La pregunta que sirve de título a este artículo no tiene una respuesta ni única ni sencilla. De hecho, y por extraño que parezca, no hay estimaciones realmente buenas de cuántas estrellas podemos llegar a ver en un sitio determinado y las cifras que se suelen manejar, que quizá fueron siempre demasiado optimistas, han quedado obsoletas. No basta, desde luego, con tomar como referencia el cenit, que es siempre la zona del cielo de más calidad, y dar por supuesto que sus virtudes se extienden a todo el hemisferio, pues el brillo artificial es mucho mayor sobre el horizonte y en toda esa zona (y hasta una cierta altura) nos roba gran número de estrellas.

En un artículo publicado el año pasado, Toward an atlas of the number of visible stars (doi:10.1016/j.jqsrt.2020.107059), Pierantonio Cinzano y Fabio Falchi se propusieron obtener una cantidad más realista. Teniendo en cuenta diversos factores que inciden sobre la posibilidad o no de ver una estrella, como la altitud del sitio de observación y la extinción atmosférica a diferentes distancias del cenit, los modelos de propagación de la polución lumínica y los datos que proporcionan los principales catálogos estelares, los autores obtuvieron unos resultados para Italia bastante desoladores, que reflejaron en el mapa adjunto. Para un observador medio, la posibilidad de observar más de 1300 estrellas se reduce a algunos lugares de muy alta transparencia y mínima contaminación. En la inmensa mayoría del territorio transalpino las estrellas se cuentan como mucho por centenas.

El artículo apunta además un método para estimar el total de estrellas visibles mediante recuento directo en ciertas partes del cielo. Un ejercicio que sería muy pertinente poner en práctica de forma periódica para tomar conciencia del paisaje que perdemos.

Martin Pawley. Artigo publicado na sección «La noche es necesaria» da Revista Astronomía, nº 260, febreiro de 2021.