venres, 7 de xaneiro de 2022

The 2021 Great Cinema Party

Después de la sequía, llega la abundancia. Si 2020 fue un año extraño en que lo difícil fue ver cine en sus condiciones naturales, 2021 se acercó más a la normalidad. Básicamente porque un año con Cannes es de por sí un año “normal”, sobre todo cuando se trata de un buen Cannes que congrega lo mejor que había sido seleccionado para 2020 con las películas surgidas en el último año. Entre ellas cabe destacar las dos películas que me parecen, de lejos, las más indiscutibles de la temporada: Drive My Car y Memoria. O Memoria y Drive My Car, pues me cuesta priorizar una sobre la otra (más allá de que Ryûsuke Hamaguchi, con otra gran película, Wheel of Fortune and Fantasy, me parezca el director del año). Vistas las dos en Cannes, en unas condiciones inmejorables (la “mejor pantalla del mundo”, un ambiente propicio para el deslumbramiento), su impacto creo que nunca podré volver a experimentarlo: la proyección cinematográfica es muchas veces eso, una experiencia irrepetible.

No recuerdo otro año en el que me haya resultado más fácil seleccionar a los 50 directores invitados (54, si contamos las parejas). Y no porque este año haya sido peor que otros, sino más bien porque, en buena medida, tenía muy claras mis películas favoritas. Y cuando digo favoritas tengo muy presente que las razones detrás de unas y otras son muy distintas, puede que incluso contradictorias, pues se trata de proponer una selección ecléctica, dispar, complementaria y representativa de todos los cines posibles. A estos 50 directores me gustaría añadir tres bonus tracks (y nunca mejor dicho), atendiendo a aspectos parciales que me interesan especialmente y que creo que son los que hacen las películas mejores (la música de The Power of the Dog) o más interesantes (las imágenes de archivo en The Velvet Underground y The Beatles: Get Back). 

ALMODÓVAR, Pedro: Madres paralelas 
ASILI, Ephraim: The Inheritance (2020)
BRESSANE, Júlio: Capitu e o Capítulo
CARAX, Leos: Annette
CHEANG, Soi: Limbo
DUCOURNAU, Julia: Titane
ELKABETZ, Shlomi: Cahiers Noirs I et II 
FAZENDEIRO, Maureen & GOMES, Miguel: Diários de Otsoga
FENDT, Ted: Outside Noise
GYLLENHAAL, Maggie: The Lost Daughter 
HALL, Rebecca: Passing 
HARA, Kazuo: Minamata Mandala (2020)
HARARI, Arthur: Onoda 
HOGG, Joanna: The Souvenir Part II 
HUEZO, Tatiana: Noche de fuego 
LAPID, Nadav: Ahed’s Knee
LICHTER, Peter & MÁTÉ, Boris: The Philosophy of Horror: A Symphony of Film Theory (2020)
LIN, Justin: F9: The Fast Saga
LOZNITSA, Sergei: Babi Yar. Context
MEZ, Sebastian: The Great Void
NACCACHE, Marion: Venice Beach, CA
PATIÑO, Lois & PIÑEIRO, Matías: Sycorax
PHILIPPE, Alexandre O.: The Taking
QUAINTANCE, Morgan: Surviving You, Always
ROCKWELL, Alexandre: Sweet Thing (2020)
RODRÍGUEZ, Ainhoa: Destello bravío
ROPERT, Axelle: Petite Solange
ROQUET, Clara: Libertad 
RUSSO, Kiro: El gran movimiento
SAÏTO, Daïchi: earthearthearth
SCIAMMA, Céline: Petite Maman
SHYAMALAN, M. Night: Old
TAMHANE, Chaitanya: The Disciple (2020)
TRUEBA, Jonás: Quién lo impide 
TSCHERKASSKY, Peter: Train Again 
VELEZ, Pacho: Searchers 
VERHOEVEN, Paul: Benedetta 
VERMETTE, Rhayne: Ste. Anne 
WAN, James: Malignant 
WINTER, C.W. & EDSTRÖM, Anders: The Works and Days (of Tayoko Shiojiri in the Shiotani Basin) (2020) 
WEERASETHAKUL, Apichatpong: Memoria 
ZÜRCHER, Ramon & Silvan: The Girl and the Spider

Bonus tracks musicales: The Power of the Dog (Jonny Greenwood/Jane Campion), The Velvet Underground (Andy Warhol, Jonas Mekas, Stan Brakhage et al./Todd Haynes), The Beatles: Get Back (Michael Lindsay-Hogg/Peter Jackson).

Jaime Pena
7 de enero de 2022

mércores, 5 de xaneiro de 2022

El nacimiento de otra nación

Veiled Aristocrats (Oscar Micheaux, 1932)
Bajo la denominación race films se recoge el conjunto de películas que desde el periodo mudo hasta la década de los cincuenta se produjeron en los Estados Unidos dirigidas a un público eminentemente afroamericano, en general con elencos mayoritaria o íntegramente afroamericanos y a veces también con directores negros detrás de las cámaras. Películas, es justo decirlo, con los elencos, los temas y los personajes que la gran industria ignoraba o utilizaba de forma muy anecdótica y, a menudo, obscena en lo ideológico. Que ya en la era pre-Hollywood una autora tan inteligente y audaz como la francesa Alice Guy dirigiese desde su productora The Solax Company, el mayor estudio de la época, el corto cómico A Fool and His Money (1912) con un reparto enteramente negro demuestra que delante de la pantalla había un público posible.

Puestos a fijar una fecha fundacional, el año que se señala como inicio de los race films es 1915. No es una elección arbitraria. A comienzos de ese año David Wark Griffith estrenaba El nacimiento de una nación, un descomunal éxito de taquilla tan celebrado por su brillante despliegue de recursos técnicos y narrativos como innegablemente racista ya para el espectador contemporáneo. Con su discurso favorable al Ku Klux Klan como fuerza preservadora de los ‘valores americanos’ y su retrato grotesco de la población negra como una colección de vagos y maleantes obsesionados con violar vírgenes blancas, en la línea de los más nefastos tópicos infelizmente aún no desaparecidos del todo del mapa, la película de Griffith generó controversia y protestas desde el primer momento pero en paralelo desató un ‘orgullo racista’ que motivó un nuevo apogeo del Klan, refundado en Atlanta en ese mismo año 1915 y que en menos de una década llegó a pasar con mucho del millón de seguidores. En ese contexto beligerante y criminal, los colectivos racializados intensifican su mensaje en favor de la igualdad y los derechos civiles al tiempo que se dotan de nuevas herramientas y medios para la difusión de su pensamiento y sus creaciones intelectuales (...)

Martin Pawley. Artigo completo publicado no número 162, de xaneiro de 2022, da revista Caimán Cuadernos de Cine.

luns, 3 de xaneiro de 2022

La noche está barrida de la Tierra

La luz que refleja el conjunto de objetos en órbita puede haber eliminado ya en todo el planeta la oscuridad ideal que se exige para los observatorios astronómicos.

* * *

El 2 de abril de 1851 el catedrático de Química de la Universidad de Santiago de Compostela Antonio Casares Rodríguez hizo el primer ensayo público en España de luz eléctrica con arco voltaico. El escritor Armando Cotarelo Valledor narró la experiencia en La chispa mágica, un simpático relato breve de 1923. “De súbito, en silencio, como obra de espíritus, una luz blanquísima y potente había surgido en el aire y estaba allí inmóvil, sobrenatural, alumbrando con rayo lívido el claustro entero (…) La claridad permitía leer fácilmente una carta a cincuenta pasos de distancia”. Tal es la admiración que en el cuento un personaje dice con entusiasmo una frase que hoy suena premonitoria: “¡La noche está barrida de la Tierra!”.

A la contaminación producida por la iluminación artificial debemos añadirle ahora la ocasionada por el conjunto de objetos en órbita. Nos abrió los ojos un artículo coescrito por Miroslav Kocifaj, František Kundracik, John C. Barentine y Salva Bará en el Monthly Notices of the Royal Astronomical Society, The proliferation of space objects is a rapidly increasing source of artificial night sky brightness. Es bien conocido que los satélites más grandes se observan en el cielo nocturno como un punto de luz que se mueve a gran velocidad al reflejar hacia la Tierra la luz solar. El inicio del despliegue de la primera megaconstelación de satélites, la Starlink de Elon Musk, a la que se sumarán varias otras, sembró en 2019 la inquietud: la posibilidad real de que se vieran a la vez docenas de trazos luminosos alentó intentos de negociación con las grandes corporaciones para reducir la reflectividad de los satélites y paliar en parte el impacto sobre las observaciones de gran campo (otro asunto, no menor, es el efecto de las megaconstelaciones en la radioastronomía).

Gráfico de "Orbital Debris - A Technical Assessment", 1995, National Research Council, EEUU

Los autores del artículo se plantearon otro problema. Cualquier cuerpo en órbita, por pequeño que sea, refleja luz hacia la superficie terrestre, aunque no podamos detectarlo de forma individual, igual que no vemos una por una las estrellas que forman el reguero de la Vía Láctea. Y el número de cuerpos en órbita es inmenso: según las estimaciones elaboradas ¡en 1995! por el estadounidense National Research Council había entonces unos cientos de objetos con dimensiones de uno o varios metros, pero eran ya millones las piezas con tamaños de milímetros y bastantes billones, con b, los restos con diámetros de micras. El brillo difuso conjunto o “skyglow” que generan parece haber alcanzado las 20 μcd/m², lo que supone un incremento del 10% respecto del brillo nocturno causado por las fuentes naturales de luz, que coincide, curiosamente, con el valor crítico que marcó la Unión Astronómica Internacional en 1979 como límite que no debería superarse nunca en los observatorios astronómicos. Si los resultados preliminares del estudio se confirman, ningún lugar de la Tierra tendría ya un cielo naturalmente oscuro. Somos la generación que acabó con la noche.

Martin Pawley. Artigo publicado na sección «La noche es necesaria» da Revista Astronomía, nº 263, maio de 2021.