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martes, 1 de setembro de 2020

En un espacio solitario nadie puede oír tus gritos

La inseguridad ciudadana es un problema complejo que no se resuelve de forma mágica poniendo más farolas.

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Outrage (Ida Lupino, 1950)
Anna Almécija es criminóloga, jurista y experta en seguridad. En los últimos años su trabajo y su preocupación se ha centrado, como técnica y como formadora, en la gestión de riesgos y la seguridad de grandes eventos públicos. Introducir la perspectiva de género en la planificación de la seguridad es uno de sus empeños más tenaces, con la violencia sexual como enemigo a combatir en particular en los entornos de ocio, no solo por las conductas inapropiadas tan comunes en ellos, como los tocamientos o los comentarios groseros, sino porque son sitios propicios para la captación de personas en situación de desvalimiento, bien sea por el consumo de alcohol u otras substancias o porque han perdido entre la multitud a sus acompañantes o herramientas esenciales para la vuelta a casa, desde un bolso con la cartera y las llaves al a veces salvador teléfono móvil.

Anna es, además, una entusiasta activista contra la contaminación lumínica. Por su perfil académico y profesional conviene prestar mucha atención a sus razonadas críticas hacia el uso de la luz como solución mágica a la criminalidad, a menudo con una supuesta defensa de las mujeres como justificación. Es frecuente, por ejemplo, que en las marchas exploratorias que identifican puntos peligrosos en las ciudades se señalen aquellos cuyos niveles de iluminación no son desmedidamente altos. Pero poner más luz, nos recuerda Anna, no solo no evita per se el delito, sino que incluso puede favorecerlo al crear una falsa sensación de seguridad que hace que «bajemos la guardia». De poco nos servirá una farola encendida en un lugar en el que estamos completamente desamparados, sin nadie a cientos de metros, o incluso a kilómetros, que pueda proporcionarnos ayuda.

La seguridad real, no la sensación de seguridad, pasa por «crear comunidad», por establecer medidas que de hecho faciliten que si pasa algo haya alguna posibilidad de recibir auxilio. No será una farola la que nos proteja, sino tener un transporte público seguro también de noche, o los servicios de acompañamiento a casa durante las fiestas que se han demostrado muy útiles en diversos pueblos, o los puntos de atención por medio de interfonos que permiten un contacto directo con la policía en caso de necesidad. En sus conferencias, Anna revisa varios de los asesinatos y agresiones sexuales que más han ocupado la atención de la prensa española en los últimos años para concluir que la oscuridad no ha sido en ellos una circunstancia para tener en cuenta. Se cometen crímenes de día y de noche y la mayoría suceden en lugares sobradamente iluminados; de hecho, si la luz fuese un factor atenuante, las grandes ciudades serían espacios libres de delito cuando sucede todo lo contrario. «No es la noche, no es la oscuridad; el problema del horario nocturno es más bien la vulnerabilidad que te crea la soledad», afirma en su muy recomendable blog seguridadenentornosdeocio.com.

Martin Pawley. Artigo publicado na sección «La noche es necesaria» da Revista Astronomía, nº 255, setembro de 2020. 

mércores, 1 de xullo de 2020

Más iluminación y menos seguridad

Según la evidencia científica, poner más luz no protege más a la población.

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"Accidente", Alfonso Ponce de León (Museo Reina Sofía)
Cuando hablamos sobre iluminación pública y la inevitable contaminación lumínica asociada, un asunto siempre presente es la importancia de la luz en la seguridad ciudadana. Los Sapiens somos animales diurnos, dotados de un sistema visual que no es capaz de apreciar grandes detalles en la oscuridad; empleamos la noche para dormir y eso nos hace aún más vulnerables cuando el Sol se pone. No es difícil imaginar lo que significaba la noche para nuestros antepasados hace treinta mil años (y aún en época reciente). El miedo atávico a la oscuridad no es un sentimiento irracional injustificado, sino una consecuencia de nuestro instinto de supervivencia. Gracias a la precaución estamos hoy aquí: sin duda, buena parte de los humanos más temerarios del pasado no llegaron a dejar descendencia.

Que nos sintamos más seguros con luz es comprensible; que estemos más seguros con luz es otra cosa. Se tiende a asumir de forma irreflexiva que la presencia de luz es un factor que por sí mismo reduce el número de accidentes de tráfico y la delincuencia, sin que haya investigaciones serias e independientes que lo avalen. Más bien al contrario, los estudios que han analizado con rigor el rol de la iluminación en la seguridad ciudadana niegan una relación causal que justifique la ligereza con la que las administraciones resuelven cualquier queja vecinal plantando farolas.

Paul Marchant, de la Universidad de Leeds, es uno de los más perseverantes e inteligentes críticos del mantra que asocia luz con seguridad. Un trabajo de 2019 del que es coautor, Does changing to brighter road lighting improve road safety? (DOI:10.1136/jech-2019-212208), examina el efecto de la iluminación en una gran ciudad del Reino Unido, Birmingham, sobre los cerca de treinta mil accidentes de tráfico que se produjeron allí entre 2005 y 2013. Durante esos años se cambiaron decenas de miles de lámparas con el resultado de que prácticamente se duplicó el número de luces blancas brillantes (las más contaminantes). El estudio estadístico arroja como conclusión que no solo no hay evidencia de que con más luz mejore la seguridad vial, sino que incluso sucede lo contrario, pues llegan a detectar un aumento en el número de colisiones de día y de noche en zonas que experimentaron un aumento notable de la cantidad de luz.

Una investigación anterior, The effect of reduced street lighting on road casualties and crime in England and Wales (Rebecca Steinbach et al, DOI:10.1136/jech-2015-206012), analizó si la reducción de la iluminación pública en entidades locales de Inglaterra y Gales para ahorrar dinero y rebajar la huella de carbono tuvo consecuencias negativas para la seguridad. Una vez más, la conclusión fue contundente: apagar (de forma total o parcial) o atenuar las luces no producía efectos dañinos ni en el tráfico ni tampoco, ojo, en la comisión de delitos. El binomio iluminación y crimen será objeto específico del próximo artículo.

Martin Pawley. Artigo publicado na sección «La noche es necesaria» da Revista Astronomía, nº 253-254, xullo-agosto de 2020.