xoves, 22 de agosto de 2024

El teatro de las estrellas

Hace cien años tuvo lugar la primera demostración del funcionamiento de un planetario.

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Proxector do planetario aberto en 1925.
Imaxe: Deutsches Museum.
El Deutsches Museum de Munich presume de ser el más grande del mundo sobre ciencia y tecnología con una superficie expositiva de 66000 m². Fue un empeño del ingeniero eléctrico alemán Oskar von Miller, que a lo largo de su vida lo vio crecer desde que ocupó un primer espacio provisional en 1906 hasta dotarse de un gran edificio en 1925, un año en que recibió cerca de ochocientos mil visitantes. En una época de sensacionales avances para la astronomía y consciente del valor de divulgar esta ciencia al público, el profesor de Heidelberg Max Wolf sugirió incluir alguna clase de explicación del cielo nocturno en el museo muniqués. Miller propuso la creación de dos salas completamente diferentes. Por un lado había un planetario mecánico en el que los planetas se movían por el techo y ejercía de Tierra una plataforma que circulaba por un raíl; en las paredes de la sala circular estaban representadas las constelaciones zodiacales. Quien subía al vagón terrestre experimentaba los movimientos celestes «desde dentro», como parte del sistema, una innovación conceptual audaz aunque poco eficiente pues la plataforma solo permitía alojar una persona de cada vez y la visión de los otros planetas a través de una suerte de periscopio no resultaba cómoda.

En la otra sala el objetivo era mostrar los movimientos del cielo desde una posición fija, pero los primeros modelos seguían basándose en estructuras móviles mecánicas. Era el caso de la Atwood Celestial Spherede Chicago, una esfera giratoria de cinco metros de diámetro con 692 agujeros para simular las estrellas más brillantes en la cual se adentraba el público para experimentar la aparición y desaparición de las constelaciones durante la noche de acuerdo con el movimiento de rotación terrestre. Miller se puso en contacto con la compañía Zeiss Optik de Jena, especializada en toda clase de instrumentos ópticos, y ahí conoció a Walther Bauersfeld, que introdujo una idea revolucionaria: en vez de construir aparatosos globos metálicos era mucho mejor lanzar imágenes sobre una cúpula con un proyector situado en el centro. Proyectar luz sobre una pantalla, como en el cine. Fueron años de tentativas, ingenio y esfuerzo en Jena para concebir ese «teatro de las estrellas», Sternentheater, como en un principio se denominó. Del primer aparato, el llamado Modelo I de Zeiss, hizo una demostración el propio Bauersfeld para el equipo de Munich el 21 de octubre de 1923. La primera exhibición pública llegaría con la apertura del edificio nuevo, el 7 de mayo de 1925, el día que Oskar von Miller cumplía 70 años.

Entre esas dos fechas se extiende el nacimiento del planetario y la conmemoración, ahora, de su centenario. Una ocasión inmejorable para celebrar los planetarios como lugares de conocimiento y gozo y no como alternativa artificial al insuperable asombro del firmamento real. Que sean siempre centros de inspiración y cultura y no zoológicos de estrellas donde llorar por los cielos naturales perdidos. 

Martin Pawley. Artigo publicado na sección "La noche es necesaria" da Revista Astronomía, número 293, novembro de 2023.

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