* * *
Proxector do planetario aberto en 1925. Imaxe: Deutsches Museum. |
En la otra sala el objetivo era mostrar los movimientos del cielo desde una posición fija, pero los primeros modelos seguían basándose en estructuras móviles mecánicas. Era el caso de la Atwood Celestial Spherede Chicago, una esfera giratoria de cinco metros de diámetro con 692 agujeros para simular las estrellas más brillantes en la cual se adentraba el público para experimentar la aparición y desaparición de las constelaciones durante la noche de acuerdo con el movimiento de rotación terrestre. Miller se puso en contacto con la compañía Zeiss Optik de Jena, especializada en toda clase de instrumentos ópticos, y ahí conoció a Walther Bauersfeld, que introdujo una idea revolucionaria: en vez de construir aparatosos globos
metálicos era mucho mejor lanzar imágenes sobre una cúpula con un proyector situado en el centro. Proyectar luz sobre una pantalla, como en el cine. Fueron años de tentativas, ingenio y esfuerzo en Jena para concebir ese «teatro de las estrellas», Sternentheater, como en un principio se denominó. Del primer aparato, el llamado Modelo I de Zeiss, hizo una demostración el propio Bauersfeld para el equipo de Munich el 21 de octubre de 1923. La primera exhibición pública llegaría con la apertura del edificio nuevo, el 7 de mayo
de 1925, el día que Oskar von Miller cumplía 70 años.
Entre esas dos fechas se extiende el nacimiento del planetario y la conmemoración, ahora, de su centenario. Una ocasión inmejorable para celebrar los planetarios como lugares de conocimiento y gozo y no como alternativa artificial al insuperable asombro del firmamento real. Que sean siempre centros de inspiración y cultura y no zoológicos de estrellas donde llorar por los cielos naturales perdidos.
Martin Pawley. Artigo publicado na sección "La noche es necesaria" da Revista Astronomía, número 293, novembro de 2023.
Ningún comentario:
Publicar un comentario