martes, 7 de maio de 2024

La desaparición de la oscuridad

La lucha contra la contaminación lumínica encontró una fuente de inspiración en el activismo político de los años 60. 

* * *

Ilustración de "Le Ciel"

Amédée Guillemin fue un popular divulgador científico francés, autor de diversos libros sobre temas de física y, sobre todo, de astronomía. Una de sus obras más celebradas (y reeditadas) es Le Ciel, publicada inicialmente en 1864. En las primeras páginas de la sección dedicada a las estrellas hace una estimación de cuántas se pueden ver a ojo desnudo. Al admirar la multitud de puntos centelleantes que salpican la bóveda celeste cualquier noche despejada, ¿quién no tiene la tentación de creer que el número de estrellas se cuenta, si no por millones, al menos por cientos de miles? Eso, nos advierte, es simplemente una ilusión: los recuentos más fiables estiman «como máximo, y en promedio, 3000 estrellas» en la mitad del firmamento que podemos ver en cada momento. Y ni siquiera eso estaba garantizado porque «cuando la atmósfera está iluminada por la Luna o por la luz crepuscular o, como ocurre en los grandes núcleos de población, por la iluminación de las casas y las calles, las magnitudes más altas se pierden y el número de estrellas visibles es mucho más limitado». Año 1864, recuerden.

Llego a esta cita al leer The Disappearance of Darkness, la intervención de Norman Sperling en el Colloquium 112 de la IAU del que les hablé ya el mes pasado. Es otro artículo fascinante. Durante toda la historia la humanidad conoció la apariencia oscura del cielo nocturno de modo que, escribe, «hasta las personas urbanitas sin educación conocían algunas constelaciones y planetas». La industrialización llenó de humo las grandes ciudades y eso supuso, avanzado el siglo XIX, un primer obstáculo para la astronomía más exigente, pero fue el despliegue generalizado de la iluminación artificial lo que hizo crecer la preocupación: «la contaminación lumínica se convirtió en un tema apremiante en los libros de astronomía popular británicos y estadounidenses, e incluso en los manuales de observación para personas aficionadas, a partir de 1909». El problema fue a más en las décadas de los 20 y 30, pero encontró un freno inesperado con los apagones de la Segunda Guerra Mundial. «De repente», escribe Sperling, «generaciones de urbanitas que nunca habían visto el cielo lleno de estrellas clamaban por libros sobre esta espléndida visión y, a pesar del racionamiento de papel durante la guerra, Inglaterra (entre otros países) produjo libros que explicaban el cielo» dirigidos a un lectorado que «contemplaba el cielo oscuro como un fenómeno nuevo».

Acabada la guerra los cielos volvieron a iluminarse, creció la población (y el consumo desaforado) y se perdió otra vez el contacto con las estrellas. En paralelo, en los Estados Unidos se extendió el activismo político con la lucha por los derechos civiles primero y luego la oposición a la guerra del Vietnam, un «estado de ánimo» que propició que la comunidad astronómica profesional y aficionada asumiese la necesidad de entrar en acción y «luchar realmente contra la contaminación lumínica, en lugar de simplemente huir de ella». Una lucha que era y es, por supuesto, política: no puede ser otra cosa.

Martin Pawley. Artigo publicado na sección "La noche es necesaria" da Revista Astronomía, número 286, abril de 2024.

Ningún comentario:

Publicar un comentario