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Desde el 7 de junio [de 2023] podemos afirmar que hay al menos un alcalde gallego sinceramente preocupado por la contaminación lumínica. Ese día tomó posesión como regidor Alfonso Gómez Cruz, que nació en Corme en 1960 y emigró de niño junto a su familia a Suiza. Porque Alfonso es alcalde, sí, pero de Ginebra. La ciudad la gobierna un consejo ejecutivo formado por cinco personas que asumen las competencias que les corresponden
y, además, ejercen la alcaldía de forma rotatoria durante un año. A Alfonso, elegido por el partido ecologista Les Verts, le toca serlo ahora y pondrá el foco durante su mandato en los Derechos Humanos y la urgencia climática: resulta evidente que el color verde no significa lo mismo en la política suiza que en la española.
Place du Bourg-de-Four durante el evento La nuit est belle, septiembre de 2019 (Didier Jordan, Ville de Genève) |
Dentro de esa responsable inquietud por los desastres ambientales provocados por la acción humana hay espacio, por supuesto, para la contaminación lumínica. Ya en 2009 Ginebra lanzó el «Plan Lumière 2009- 2020», una ambiciosa estrategia para el alumbrado que entendía la iluminación como un aspecto central de los espacios públicos y proponía su uso en la justa medida en función de las necesidades de cada sitio. Fue un buen punto de partida que trajo un importante ahorro en el consumo eléctrico, por encima del 35%. Pero para la protección de la biodiversidad ya no basta con «iluminar mejor», es imprescindible «iluminar menos» e incluso mantener la oscuridad natural de la noche en los espacios de mayor valor ambiental. La revisión efectuada en 2021, el «Plan Lumière II», ahonda en esos desafíos. No podemos pretender tener luz en todas partes todo el tiempo, explican, y eso no supone limitar el acceso a los espacios, sino hacer de estos un uso diferente. Se trata de encontrar «un equilibrio coherente y viable a largo plazo entre las cuestiones económicas, ecológicas y sociales», tres pilares que no siempre pueden satisfacerse por completo al mismo tiempo, lo que supone asumir que en cada caso debe privilegiarse un aspecto y no otro.
Para mejorar la legibilidad de la ciudad por la noche, Ginebra apuesta por reducir fuertes contrastes de luz entre calles contiguas y favorecer «transiciones ordenadas» entre unas y otras. Es igualmente necesario establecer cierto grado de continuidad en cuanto a los niveles de luz convenientes para la naturaleza, desde las zonas que deben ser oscuras (las orillas del lago Leman, por ejemplo) a las zonas de sombra y las propiamente urbanas. Pero si este plan se revela como un auténtico cambio de paradigma es por la pregunta, tan fundamental como infrecuente, que plantea ante cualquier nueva instalación: «doit-on vraiment éclairer ici?», ¿de verdad debemos iluminar aquí? Los detalles técnicos pertinentes –temperaturas de color y fotometrías adecuadas, gestión de horarios, etc.– vendrán después, pero para empezar hay que cuestionar la iluminación como opción por defecto. Esa pregunta revolucionaria es la que conduce a la búsqueda de una iluminación respetuosa para toda la vida presente en el territorio.
Martin Pawley. Artigo publicado na sección "La noche es necesaria" da Revista Astronomía, número 291, setembro de 2023.
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