El Reglamento de Restauración de la Naturaleza abre la vía para proteger los ecosistemas de la contaminación lumínica.
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Fotograma de Night Colonies (Apichatpong Weerasethakul, 2021) |
El 17 de junio de 2024 el Consejo de la Unión Europea adoptó formalmente el Reglamento de Restauración de la Naturaleza que había aprobado en febrero el Parlamento Europeo por mayoría absoluta. La aceptación final por parte del Consejo fue más tortuosa de lo esperado, después de que en marzo Hungría se sumase al grupo de países opuestos a su aplicación. La apuesta casi solsticial por el «sí» de la ministra de Medio Ambiente de Austria, Leonore Gewessler, contra la posición de sus socios de gobierno conservadores, facilitó la mayoría cualificada que se exige para la ratificación de leyes, un mínimo de un 55% de países que sumen un 65% de la población. Bélgica se abstuvo, se mantuvieron en el «no» Finlandia, Hungría, Italia, Países Bajos, Polonia y Suecia y votaron a favor los representantes de los demás países, Alemania, Bulgaria, Chipre, Croacia, Dinamarca, Eslovaquia, Eslovenia, España, Estonia, Francia, Grecia, Irlanda, Letonia, Lituania, Luxemburgo, Malta, Portugal, República Checa y Rumanía.
La normativa, directamente aplicable en todos los estados miembros a partir de su publicación en el Diario Oficial, exige la adopción de medidas para restaurar «conjuntamente» al menos el 20 % de los ecosistemas terrestres y marítimos de la UE de aquí a 2030, con prioridad hasta ese año para los espacios Natura 2000. Deberán restablecerse al menos un 60 % de los hábitats en mal estado en 2040 y al menos un 90 % en 2050. El texto muestra una especial preocupación por la pérdida de polinizadores –«una de cada tres especies de abejas y mariposas está disminuyendo, y una de cada diez especies está al borde de la extinción»– y defiende su decisivo papel en el bienestar humano y la seguridad alimentaria, hasta el punto de evaluar que cada año 5000 millones de euros de la producción agrícola comunitaria se deben directamente a los insectos.
El Reglamento se hace eco de la contaminación lumínica. «Las pruebas científicas sugieren que la luz artificial perjudica a la biodiversidad y también puede afectar a la salud humana», nos dice, para añadir que al elaborar sus obligados planes nacionales de restauración «los Estados miembros deben poder considerar la posibilidad de detener, reducir o corregir la contaminación lumínica en todos los ecosistemas». El anexo VII, que recopila una lista de medidas posibles de restauración, habla de «detener, reducir o corregir» diversos contaminantes, incluida «la luz en todos los ecosistemas». Podía ser mejor, sin duda; no obliga a nada, es cierto, pero es igualmente cierto que tampoco impide nada y su sola mención es fundamental: es mucho más de lo que teníamos antes. Es una oportunidad histórica para exigir la protección de los ecosistemas ante los efectos la luz artificial por la noche. No se trata solo de frenar, cuánto antes, el crecimiento global de la iluminación, sino de revertir la situación hasta que esos ecosistemas recuperen los niveles de oscuridad natural que son necesarios para su propia subsistencia. Nos toca decidir qué queremos. La ley, por una vez, puede jugar a nuestro favor.
Martin Pawley. Artigo publicado na sección "La noche es necesaria" da Revista Astronomía, número 303, setembro de 2024.
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